En todo caso, la fundación del ducado se hace resaltar en 576 y los lombardos habrían entonces llegado enseguida, en torno al 590.
Lo sucedió su nieto Areco I, que con su ascenso al poder inauguró la adopción de la monarquía hereditaria, casi inexistente en la cultura política longobarda.
Aun así, entre Benevento y el resto del dominio longobardo existía una fuerte comunión de raíces: se compartían la lengua, las leyes, la religión.
Es más, estaba vigente la usanza por la cual los duques beneventanos se casaban con princesas de la familia real.
Pero si por una parte existían innegables elementos comunes, por la otra había una distancia geográfica que bien pronto se transfirió también al plano cultural.
A su muerte, los dominios bizantinos en el sur de Italia eran notablemente reducidos.
Pero el arrianismo estaba ya desapareciendo también en su ducado, perdiendo así aquella característica distintiva entre la minoría étnica longobarda y la población de lengua latina.
El rey Liutprando intervino más veces en los asuntos beneventanos, intentando imponer propios candidatos al trono ducal.
Su sucesor, Rachis, declaró los ducados de Benevento y Spoleto territorios extranjeros, en los cuales era prohibido circular sin un regular permiso real.
En el 758 los conflictos entre los dominios meridionales y los septentrionales del Reino lombardo se agravaron.
Cuando este último fue asesinado por una conjura de palacio, en el principado fue la guerra civil.
De este modo, los mercenarios musulmanes fueron llamados a la intervención armada en Europa por los mismos gobernantes cristianos en guerra entre sí.
En el 899, Atenulfo de Capua conquistó Benevento y unificó los dos principados, declarándolos jurídicamente inseparables.
Los primeros decenios del siglo XI vieron a Benevento declinar mucho más rápidamente que los otros principados como Salerno, ahora en posición de absoluto predominio, o Capua.
El emperador Enrique II del Sacro Imperio Romano Germánico, en el 1022, conquistó Capua y Benevento, pero fue obligado a un rápido retorno a Alemania después del fallido asedio de Troia.
Benevento, que de allí a poco habría aceptado la inclusión en los Estados Pontificios, fue por eso solo un débil aliado.
En realidad, fue un desastre: Atenulfo abandonó rápidamente la empresa y Benevento perdió todo lo que le quedaba de influencia.
Roberto Guiscardo conquistó Benevento en 1053 y venció a su soberano nominal, el papa León IX, al que hicieron prisionero.