Paulo IV
Pero su padre no lo consintió y, ayudado por un grupo de hombres armados, le sacó del convento.Ser miembro de una ilustre e influyente familia napolitana le permitió desarrollar la carrera eclesiástica desde muy joven.En 1506 fue nombrado también nuncio de paz ante el Rey Católico en Nápoles, misión que desempeñó con éxito.En este ambiente, Carafa logró la obra de la reforma con carácter, firmeza y perseverancia, tanto que no quiso asistir al quinto Concilio Lateranense (1511) para no alejarse de su diócesis y atenderla a distancia por vía epistolar.En 1515 Carafa fue nombrado nuncio apostólico en España, en donde se le acogió con honores pero también encontró ciertas dificultades en su labor.En 1519 se dirigió a Nápoles dónde fundó, junto con el genovés Ettore Vernazza (h. 1470-1524), la Compagnia di carità dei Bianchi.Carafa valora entonces renunciar a sus diócesis y retirarse del mundo con idea de convertirse en camaldulense.Carafa fue el primer prepósito de la nueva Orden, que pronto se extendió a Nápoles.Carafa, en un gesto que manifestaba su desapego a la nueva dignidad, lo colgó de un clavo en la pared.El 15 de mayo siguiente, los cincuenta y seis cardenales miembros del Colegio Cardenalicio se reunieron nuevamente para elegir al sucesor.Ante el panorama de su tiempo, Carafa pensó sobre todo en llevar a cabo una restauración o una reforma católica.Su primera medida reformadora fue el nombramiento de cardenales que estuviesen dispuestos a acometer esa obra renovadora.La mayoría de estos eran personajes virtuosos destacando el grupo del dominico Michele Ghislieri, futuro papa Pío V (que llegó a santo).En cuanto a los ministerios, Paulo IV estableció que solamente personas dignas viniesen propuestas para los oficios eclesiásticos.Y prohibió que el clero pudiese celebrar en las iglesias de Roma sin una licencia especial.Carlos Carafa había sido paje del cardenal Pompeo Colonna, luego estuvo en el séquito del duque Pedro Luis Farnese, para finalmente dedicarse a tiempo completo al oficio de las armas.El papa se propuso combatir la herejía y, sobre todo, impedir su difusión en los diversos territorios de la península italiana.Del mismo modo el papa Carafa preocupado por la difusión de la herejía calvinista (hugonotes) en Francia intentó introducir la Inquisición Romana.Se habían reunido voluminosos expedientes también sobre algunos cardenales que, por el contrario, no fueron nunca procesados debido a la oposición del papa Julio III quien no consintió que se persiguiera a personajes principales de la Iglesia.El cardenal Pole fue, por eso, llamado a Roma a comparecer ante la Inquisición, pero la reina María Tudor se opuso al requerimiento, impidiendo así que Pole se personase ante el tribunal religioso.Aunque Paulo IV había prometido una condena rápida para el cardenal “reformado”, no alcanzó a ver el final del proceso que se prolongó hasta 1560, cuando Pío IV le liberó a instancias del rey Felipe II de España.También fueron obligados a llevar públicamente señales distintivas en sus vestimentas que permitieran identificarlos fácilmente.Los hombres debían llevar sombreros glaucos, esto es, verde claro,[11] y las mujeres velos o mantones del mismo color.Las prohibiciones establecidas en el Índice estaban divididas en tres clases: En total, teniendo en cuenta posibles errores y descuidos, el Índice se componía de títulos de 550 autores, entre los cuales había incluso autores católicos.Su animadversión hacia todo lo español se encarnaba, para Carafa, en el emperador Carlos V, y después en Felipe II.No obstante lo cual, Paulo IV eligió como confesor a un español, el cardenal Juan Álvarez y Alva de Toledo.Carafa, no estando en condiciones ni militares ni económicas de enfrentarse mediante la fuerza y la política a los ejércitos españoles, apremió a Francia para que atacase las posesiones españolas en la península itálica, aprovechando que Carlos V había abdicado en su hijo Felipe II.En abril de 1557 obtuvo un resonado triunfo en Civitella del Tronto donde el ejército franco-papal quedó seriamente desgastado.El duque de Alba entró en Roma sin oposición; allí encontró al Papa que, destrozado y rendido, suplicaba la paz.El papa consideró invalida la elección y coronación de Fernando por haber tenido parte en ella los príncipes protestantes y no haberse pedido la confirmación de la elección a la Santa Sede.