Desde finales del siglo X hasta principios del siglo xvi se halla muy frecuente la salutación con esta fórmula: Salutem et apostólicam benedictionem, sobre todo, cuando se dirige a uno o pocos destinatarios.Pero en adelante, por mandato de León XIII en 1878 se redactan en letra ordinaria y perfectamente inteligible.Ya desde el siglo vi se comenzó a utilizar un sello circular, generalmente de plomo aunque en ocasiones muy solemnes podía utilizarse el oro, como medio de autentificar ciertos documentos; se lo llamó bula por asemejarse a las usadas por los niños o por ciertas tablas que se exponían al público, en las cuales constaban los días festivos, y tenían el mismo nombre.En los primeros tiempos cabe destacar que este sello, y no el documento en sí mismo, recibía el nombre de bula.A partir de ese siglo el papiro fue sustituido por el pergamino y posteriormente se usó el papel.Las bulas son enrolladas o dobladas y aseguradas con un sello, para que no sean leídas por nadie hasta llegar a su destinatario.Las bulas son conocidas por las dos o tres primeras palabras del texto que expone los asuntos tratados.La bula más notable, sin duda, bien que puede decirse múltiple, y cuyo origen se desconoce, es la llamada Bulla in Coena Domini, porque era leída públicamente el día de Jueves Santo por un cardenal diácono en presencia del papa, acompañado de los demás cardenales y obispos.Contenía una excomunión contra todos los herejes, contumaces y desobedientes a la Santa Sede, y después de leída, arrojaba el papa una tea encendida a la plaza pública, en señal de fulminar el anatema.
Bula fundacional del papa
Julio II
. Manuscrito sobre pergamino, año 1505.