En sus partes integrantes, el marxismo está constituido por una serie de ideas y teorías a través de las cuales esa cosmovisión se articula en una interacción compleja, para lograr ser a la vez una comprensión cabal del mundo y un medio para la toma del poder.El liberalismo clásico, desde Adam Smith hasta Friedrich Hayek, ha concebido el progreso histórico como el desarrollo de la división del trabajo y las relaciones mercantiles que necesariamente van ligadas a su complejización, en una tendencia que termina en la formación de un orden espontáneo social completamente ajeno a cualquier expresión de control consciente tanto colectivo como interpersonal.La marxista, en cambio, consistió en criticar la idea misma de economía política como correspondiente a un momento histórico-tecnológico que lo requiere, y que puede ser superado por una sociedad planificada en la cual la economía se encuentre bajo el control del hombre y a pesar de eso desarrollarse incluso en mayor medida.[6] Karl Popper y Friedrich Hayek serían, en mayor medida, quienes contestarían a este núcleo del pensamiento marxista, tanto respecto al materialismo histórico tecnológico como al reduccionismo clasista en la crítica ideológica o polilogismo.[7] El cuerpo teórico del marxismo comparte con el liberalismo la idea de que solo en la sociedad mercantil los individuos por primera vez se independizan de toda forma de poder social y sujeción individual estamental creando un orden espontáneo de clases impersonales, pero a la vez considera como alienante y provisorio el resultado social de este individualismo que condiciona a sus partes y a su vez las obliga a incorporarse en clases sociales mediante un vínculo opresivo y autodestructivo, el cual tenderá a ser reemplazado por un individualismo conciliado con su control socializado.Las instituciones económicas y sociales que hacen posible el capitalismo también serían requeridas para cualquier economía lo suficientemente avanzada, así como para la libertad individual dentro de una sociedad compleja frente a la absorción totalitaria por parte de un Estado que se revolucionara contra el mismo.[8] Popper, que es considerado en economía un social liberal más que un liberal clásico, se dirigió contra el historicismo tecnológico lineal de Marx según el cual existen etapas en un desarrollo orgánico de la historia.En cuanto a aspectos más específicos pero no menos requeridos plitea teoría laboral del valor, y luego con los marxistas.[11] Hannah Arendt, tanto en La condición humana y Los orígenes del totalitarismo como en su menos conocido Karl Marx y la tradición del pensamiento occidental, trataría el problema conceptual que el marxismo, así como casi todo el pensamiento de su época, sufría para percibir en mayor amplitud la cuestión del sentido humano de la política en una democracia participativa, idea profundamente ligada a la actual socialdemocracia, así como la importancia relegada por el marxismo de los derechos humanos en el socialismo, y la posición por parte de Marx respecto a la casi indiferenciación entre trabajo, labor y acción.El sociólogo post-aristotélico y socialista cristiano owenista, Karl Polanyi, haría, en paralelo a la clásica crítica schumpeteriana, una observación sobre la presunción marxista del carácter de clase de los intereses individuales por sobre las motivaciones monetarias y las razones políticas.[14] De manera similar, el socialista humanista, padre de la Nueva Izquierda y sociólogo analítico, Charles Wright Mills, dedicaría todo un libro a los problemas que el marxismo no puede resolver satisfactoriamente por su método dialéctico y premisas historicistas, y que le impedirían a la teoría social en general un análisis pertinente de la sociedad contemporánea.La idea que el fascismo tiene del socialismo, y que toma su referente más cabal en el nacionalsocialismo, implica una planificación total de la economía pero sin una abolición (al menos nominal) de la propiedad ni de las relaciones sociales generadas por la misma, por lo cual opone un socialismo multiclasista (y por ende con diferentes tipos de propiedad privada) al modelo sin clases del socialismo marxista (sin propiedad privada, y sea o no que la propiedad colectiva sea dirigido por el Estado como el marxismo-leninismo).Niega así [...] el mérito individual e impugna la importancia del nacionalismo y la raza[...]".Desde el punto de vista político, la crítica nazi al marxismo fue esbozada por Carl Schmitt, y desde el punto de vista cultural por Oswald Spengler particularmente en su libro Prusianismo y socialismo.Hilaire Belloc, desde una perspectiva similar, aunque más cercana al conservadorismo, ya habría planteado una crítica similar intentando oponerse al individualismo liberal y al colectivismo marxista, pero a diferencia de la frecuente y recurrente readopción del corporativismo fascista, la posición de este nuevo nacionalismo sería intentar llegar a un genuino orden social corporativo tomando como referencia el sistema gremial medieval, y no al modelo alemán pseudo-corporativista de sindicatos estatales y economía planificada.[23] Algo parecido sucede con Max Weber quien en La ética protestante y el espíritu del capitalismo terminaría desmantelando la asociación que el marxismo ortodoxo hace entre la infraestructura económica y la superestructura cultural, convirtiendo a esta última en una condición necesaria de aquella a la vez que en un factor social con dinamismo propio.