El capitalismo y los historiadores (título original en inglés: Capitalism and the Historians, 1954) es un libro editado por Friedrich von Hayek que reúne ensayos de diversos autores con análisis críticos sobre la interpretación que cierta historiografía ha dado del capitalismo sobre todo en la llamada era de la Revolución industrial.
En este ensayo Hayek parte de la constatación de una estrecha relación entre las convicciones políticas y los juicios relacionados con determinados eventos históricos, ya que las opiniones sobre unas doctrinas e instituciones específicas vienen determinantemente influidas por los efectos pasados que se les atribuyen.
Si tales opiniones, según Hayek, están viciadas, por ejemplo, por concepciones políticas, éstas, gracias a la presentación que hagan los historiadores de los hechos, se infiltrarán en la opinión pública a través de imágenes e interpretaciones históricas.
Los horrores descritos por la historiografía tradicional sobre la Revolución industrial son, según Hayek, un claro ejemplo de esto.
Destaca también Hayek que los terratenientes y los círculos conservadores difundieron esta versión de los hechos en el marco de su lucha contra los fabricantes y el librecambismo, versión finalmente recogida por la historiografía socialista pues confirmaba sus tesis socioeconómicas acerca del capitalismo.
UU., señala Hacker, no provenían principalmente del marxismo sino más bien de las ideas socialdemócratas y fabianas, aunado esto a una historiografía influenciada por juicios morales.
Teniendo en cuenta esto, Hakcer hace referencia a la extendida influencia de la tradicional disputa política entre hamiltonismo y el jeffersonismo.
Para este su segundo ensayo, Ashton resalta que varios economistas en su día juzgaron con pesimismo las consecuencias de la industrialización como John Stuart Mill, Thomas Malthus o J.R.
[3] Opiniones similares expresaban filósofos, clérigos, conservadores, radicales, poetas y otros que compartían un rechazo al sistema industrial.
Simultáneamente hubo quiebras bancarias, se contrajo el gasto público y disminuyó la inversión a largo plazo.
Se hicieron más asequibles las botas, que sustituyeron a las sandalias, así como complementos, por ejemplo, los sombreros o los relojes.
Según esas fuentes de la época, la renta nacional inglesa se duplicó en los años comprendidos entre 1800 y 1850.
[7] Hartwell también considera positiva cierta legislación que limitó la jornada laboral y restringió el trabajo de los menores.
Pero la miseria, el trabajo infantil y femenino, la mala alimentación o las duras condiciones laborales en absoluto constituían fenómenos nuevos; de hecho la Revolución Industrial permitió su continua superación, algo inimaginable hasta entonces.
Las conclusiones de este comité fueron citadas profusamente por muchos historiadores tales como Hammond, Hutchins o Harrison.