Joseph Alois Schumpeter

Predijo la desintegración sociopolítica del capitalismo, que, según él, se destruiría debido a su propio éxito.

Trest (Moravia), que en ese momento pertenecía a la mitad occidental de la monarquía austrohúngara.

Aquí su futuro padrastro Sigismund von Kélersden era teniente mariscal de campo del Ejército.

Entre sus condiscípulos estaban Ludwig von Mises, Emil Lederer, Félix Somary, Otto Bauer y Rudolf Hilferding.

Allí conoció personalmente a Irving Fisher, Frank W. Taussig y Wesley Clair Mitchell.

Sin embargo, la crisis económica de 1924 puso fin abruptamente a esto; perdió su fortuna y su puesto.

Schumpeter ya no debería recuperarse por completo de estos golpes del destino.

Se dedicó al trabajo científico y en 1926 presentó una segunda versión revisada de la teoría.

También dejó clara su posición, parcialmente acentuada en el artículo La inestabilidad del capitalismo (The Economic Journal, 1928).

Junto con Ragnar Frisch, cofundó la Econometric Society; durante varios años fue miembro de su directorio y fue su presidente en 1940/41.

Después de su regreso, Schumpeter se interesó en obtener una cátedra en Berlín para suceder a Werner Sombart, para la que Emil Lederer fue designado.

Esta idea se lleva a cabo posteriormente en la “Nueva Economía Política” o “Teoría Económica de la Política” (Anthony Downs) y se considera uno de los fundamentos del socialismo democrático.

[6]​ Su primera esposa fue Gladys Ricarde Seaver, una inglesa casi 12 años mayor que él (casado 1907, separados 1913, divorciado 1925).

En 1937, Schumpeter se casó con la historiadora de la economía estadounidense Elizabeth Boody, quien le ayudó a popularizar su obra y editó lo que se convirtió en su obra magna, la publicada póstumamente Historia del Análisis Económico.

Para Schumpeter el capitalismo es por naturaleza una forma o método de cambio económico, y nunca puede mantenerse estacionario.

Por su esencia, el capitalismo es discontinuidad, alteración, novedad, reducción constante de todos los parámetros a variables.

Por ello, nuestro autor considera la construcción teórica neoclásica como insuficiente o incluso, en ciertos casos, desorientadora.

El capitalismo real está caracterizado por procesos que imposibilitan constantemente la competencia perfecta, basada, entre otras cosas, en la transparencia del sistema, es decir, en la información gratuita e inmediata, y en el libre ingreso a todas las esferas productivas.

En un sistema en equilibrio, que Schumpeter llama kreislauf ("flujo o corriente circular"), no existe la ganancia.

Los emprendedores no son en sí mismos gerentes ni administradores ordinarios de una empresa, ni tampoco técnicos, sino hombres que actuando intuitivamente —en situación de incertidumbre, sin todas las cartas en la mano— llevan a la práctica nuevas posibilidades económicas: La teoría del emprendedor de Schumpeter[16]​ subraya diversos aspectos psicológicos y niega, aunque parezca contradictorio con lo anteriormente dicho, que la conducta del empresario pueda ser entendida como una acción cuyo motivo último sea la ganancia misma, el simple deseo de acumular dinero o riqueza.

Este personaje, es concebido, empero, como la fuerza motriz del surgimiento de la «civilización capitalista».

En ese sentido, Schumpeter no hace sino repetir, por distintos que sean sus argumentos, ideas ya clásicas.

Si es cierto que la acción innovadora del emprendedor explica el desarrollo económico en general, entonces es pertinente buscar la explicación de sus irregularidades en la distribución dispareja en el tiempo de la actividad emprendedora y por lo tanto innovadora.

La situación de equilibrio, el flujo circular, da entonces paso a un fuerte movimiento ascendente.

Lo que antes había sido una innovación se ha transformado ahora en lo habitual; pasa a formar parte del nuevo sentido común tecnológico, organizativo y comercial.

Ello da origen a ondas largas de desarrollo que duran entre 45 y 60 años.

Las innovaciones que dan origen a las ondas largas de desarrollo económico han sido también llamadas por Schumpeter, para acentuar su enorme trascendencia, como "revoluciones industriales".

En su última gran obra, Capitalismo, socialismo y democracia (1942), planteó así el problema: Este fue, sin duda, uno de los pronósticos más cuestionables del gran economista austro-húngaro, que lo llevó incluso a postular la caducidad de su propia teoría sobre el desarrollo capitalista.

Sin embargo, los años setenta mostraron lo que valían las ilusiones y reivindicaron a Schumpeter.

Entre los schumpeterianos más destacados se puede nombrar a Christopher Freeman (1921-2010), Giovanni Dosi, John Bates Clark, Carlota Pérez y Luc Soete, todos ellos relacionados de una forma u otra con la Universidad de Sussex en Gran Bretaña.