Habitualmente se reconoce a la "historia de las ideas" cierto parentesco metodológico con la literatura comparada y, en general, la comparatística.
3º Las indicaciones acerca del arte en general, esparcidas en nuestros filósofos y en otros autores de muy desemejante índole.
También llegó a crear un History of Ideas Club en la Johns Hopkins University, donde fue profesor de historia entre 1910 y 1939.
Allí difundió este concepto entre alumnos y colegas como Leo Spitzer, con los cuales mantuvo extensos debates.
Diríase que junto a todo ello, dentro de un contexto historiográfico apreciablemente enriquecido, la "Historia de las Ideas" mantiene su tradicional especificidad, que le otorga sentido insustituible y en la actualidad continúa produciendo en Europa novedosas aportaciones, quizás sobre todo en Italia.
El contraste entre diversas ideas constituyó algo fundamental en Montesquieu y escritores de la Ilustración como Voltaire.
Edward Gibbon escribió con esa inspiración su Historia de la decadencia y ruina del Imperio romano (1776-1788).
La Escuela Universalista Española del siglo XVIII desplegó un semillero enciclopédico de ideas científicas, humanísticas, musicológicas y filológicas, especialmente en Italia, también en América.
Esa forma en grandes rasgos de comprender la historia es conocida como materialismo histórico, tuvo gran tendencia al mecanicismo e incluso a una bien reconocida superficialidad creciente, y ello en coincidencia con la época del estructural-formalismo, con el cual puede decirse que compartió un proyecto de división del trabajo.
Con la obra e influencia de Leopold von Ranke, creador del Positivismo en Historia, esta disciplina había alcanzado identidad académica independiente, dotada de propio método crítico y universalmente reconocido.
[6] En el primer caso, se planteaba un enfoque que establecía una estrecha relación entre los pensadores “clásicos” y sus producciones textuales más representativas.
La desventaja de tal enfoque radicaba en concebir a estos movimientos filosóficos como irreductibles, cerrados en sí mismos, sin conexiones posibles, colocaban en segundo plano los rasgos del contexto social y la articulación entre una determinada corriente intelectual y la cultura que lo daba a nacer.
Contra estas dos visiones tradicionales se dieron dos reacciones que pusieron en evidencia la ausencia del componente histórico y social en el análisis de los pensamientos.
La primera se originó en el continente americano, y tomó como nombre History of ideas, fue impulsada principalmente por Arthur O. Lovejoy.
Como una derivación del viejo Marxismo, el Materialismo cultural incidió en el campo de la Antropología.
Entre ellos, en primer lugar el kantiano Manuel García Morente, el historiador y crítico literario Américo Castro, y con mayor o menor dedicación, pero siempre significativa, el arabista Julián Ribera, el crítico literario y de la cultura Pedro Sáinz Rodríguez, el antropólogo Julio Caro Baroja, el historiador social José Antonio Maravall, el crítico de arte José Camón Aznar,[11] o José Luis López Aranguren y parte de su escuela, el historiador de las ideas lingüísticas Lázaro Carreter, el poeta y crítico José María Valverde, el hispanista Ciriaco Morón Arroyo, el historiador Francisco Márquez Villanueva... Entre los discípulos de Luis Diez del Corral (1911-1998) es de recordar al liberal Dalmacio Negro Pavón, cuya obra penetra en el siglo XXI.
Este género historiográfico sirvió tanto para elevar las posibilidades de una naciente y renovadora versatilidad intelectual como para discernir y subrayar un modo característico del pensamiento hispánico, no proclive al sistema.
En México se encuentra sin duda junto a Argentina la mayor producción hispanoamericana en este campo.