Alfonso XI de Castilla

Durante su reinado logró fortalecer el poder real dominando la levantisca nobleza.En esa regencia tuvo que lidiar con los otros regentes: los infantes Pedro; y Juan.[1]​ Alfonso XI asumió plenos poderes reales en 1325, cuando aún no había cumplido los catorce años de edad.Ejerció gran energía para mantener controlada a la nobleza, ya desde que se hizo cargo del poder, no importándole en muchos casos para conseguir ese sometimiento recurrir al ajusticiamiento de los nobles o incluso a los asesinatos y emboscadas, como ocurrió con Juan de Haro el Tuerto, en la ciudad de Toro en 1326, infundiendo un justificado terror a los nobles que supo reflejar el Romancero, por ejemplo en "Don García de Padilla / ese que Dios perdonase...".Su primera victoria destacable, con la ayuda de los aragoneses, se produjo en 1330 con la toma de Teba, a lo que los benimerines respondieron conquistando Gibraltar tres años más tarde aprovechando disputas internas.Días después lo harían Priego de Córdoba, Carcabuey, Rute y la torre Matrera.Mientras que el propio Alfonso X había intentado imponer la aplicación unitaria de la ley regia por encima de los ordenamientos locales, mediante las Siete Partidas, sin conseguirlo, Alfonso XI, cautamente, logró poner en vigor el Ordenamiento, basándose en ellas, pero con estudiadas matizaciones para que no fuera objeto de rechazo.La Crónica del muy esclarecido príncipe et Rey don Alfonso el Onzeno... lo describe así:Como su abuela, no era un ingenuo en absoluto y ocultaba a sus cortesanos sus verdaderos pensamientos; incluso contenía y disimulaba su cólera con virtuosismo; según la Gran Crónica «por no dar a entender el su enojo, encubrió el su coraçon con grande paçiencia, como buen rrey, e sabio e entendido en todas las cosas».Sin embargo, también honra y fama pesaron mucho en conseguir lo que logró: en 1333, aunque Gibraltar acababa de caer en manos meriníes, Alfonso XI decidió comparecer allí no sólo por si podía recuperar la plaza, sino porque «era más su honrra llegar al castillo».[12]​ La pérdida de Gibraltar era la «mayor mancilla que tenía el rey en su corazón» y por eso desoyó a sus consejeros y murió manteniendo obstinadamente el asedio, pese al brote de peste que al cabo terminó con su vida.[1]​ No obstante, el monarca había conocido un año antes en Sevilla, tras una campaña militar en Olvera, a Leonor de Guzmán, una noble andaluza de la que nunca se separó hasta su muerte y en cuya crónica la describe como:[15]​
Estatua de Alfonso XI en Algeciras .
Alfonso XI y sus nobles. Libro de la Coronación de los Reyes de Castilla .
Sarcófago de Alfonso XI en la Real Colegiata de San Hipólito en Córdoba .
Genealogías de los reyes de Castilla, Pedro I el Cruel y Enrique II de Trastámara