Su abuelo el rey Alfonso X de Castilla lo había designado su sucesor.
La Crónica de Alfonso X el Sabio relata así la muerte del padre de Alfonso, que aún no había alcanzado la edad para acceder al trono que le dejaba en herencia su abuelo.
Los coaligados acordaron el reparto del reino castellano ente Alfonso de la Cerda, que recibiría los reinos de Castilla, Toledo, Córdoba y Jaén, y su tío el infante Juan, el reino de León, Galicia y Sevilla.
[6] Por su parte, el rey Dionisio I de Portugal invadió Castilla, donde le aguardaban el infante infante Juan y Juan Núñez de Lara para unirse a los portugueses en el sitio al que proyectaban someter la ciudad de Valladolid, donde se encontraban la reina María de Molina y Fernando IV.
[8] Esto benefició a María de Molina para contratacar al infante Juan, quien, en esos momentos, aún seguía controlando el territorio leonés.
Alfonso de la Cerda y el infante Juan prosiguieron la guerra y con los medios proporcionados por Jaime II de Aragón, sus partidarios acuñaron moneda de baja ley en León, Castrojerafe, Dueñas y otras posesiones del infante Juan, lo que puso en dificultades económicas al reino.
Mientras tanto, la reina dispuso el envío de tropas para socorrer Lorca, sitiada por el Jaime II de Aragón, al tiempo que, en agosto del mismo año, las tropas del rey castellano cercaban Palenzuela.
Jaime II siguió apoyando la causa del infante Alfonso de la Cerda, ya que así podía asegurarse el reino de Murcia.
En primer lugar, el ejército castellano se lanzó a la reconquista del reino de Murcia poniendo a las tropas aragonesas en repliegue, pero los infantes Enrique y Juan acudieron para detener la ofensiva ya que les convenía tener un frente abierto para seguir manejando el gobierno.
Esto permitió intensificar la labor diplomática, mientras el rey Fernando IV y el infante Juan se entrevistaron en Badajoz con el rey Dionisio en abril de 1303, por otro lado Jaime II incorporó a la causa del infante de la Cerda, al infante Enrique, a Juan Manuel, a los López de Haro y Juan Alfonso de Haro, en una vistas celebradas en Ariza en junio.
Jaime pidió la intervención del rey de Portugal en un arbitraje para solucionar las diferencias.
Esto supuso el abandono diplomático y militar de Alfonso de la Cerda, con lo que tuvo que avenirse a someterse al arbitraje.
[18] No obstante, debía entregar al rey castellano, Almazán, Serón, Deza y Alcázar de San Juan.
Al año siguiente participó en la coronación de Alfonso XI.
En el frontispicio de los pies del sepulcro aparece representada la Virgen María en posición sedente, acompañada por el Niño Jesús, situados ambos entre dos ángeles arrodillados.
[25] En el frontispicio correspondiente a los pies del sepulcro aparece Cristo mostrando las llagas, situado entre María Magdalena y San Juan.