Pero al final los soldados y sus familias se marcharon dos días después, dejando atrás la población civil de la colonia, unas veinte personas.
Francia estaba dispuesta a abandonar sus pretensiones sobre Malvinas, pero deseaba que España las ocupe y evite la instalación de Gran Bretaña, su enemigo en común.
Aunque George Anson no pasó por las Malvinas durante su viaje de circunvalación del globo, las islas eran vistas como el lugar más adecuado para una base naval.
[21] Los británicos permanecieron solo cuatro días, dejando una pequeña huerta que luego sería utilizada como "prueba de posesión".
[25] En 1770, tanto España como Francia, aliados en el Pacto de Familia, consideraban que sus ejércitos no estaban preparados para embarcarse en una guerra con Gran Bretaña.
Para solventar ese problema, le propuso a Masserano un acuerdo de palabra: si España aceptaba restituir Port Egmont para salvar el honor del rey Jorge III, Gran Bretaña se retiraría voluntariamente de las islas en un plazo breve, una vez que los ánimos se hubieran serenado.
En 1775 el capitán Juan Pascual Callejas retiró la placa británica de Puerto Egmont, enviándola a Buenos Aires.
Cinco años después, siguiendo instrucciones del virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, destruyó por completo las instalaciones.
[33] La placa conservada en Buenos Aires sería capturada por los británicos durante la primera invasión inglesa al Río de la Plata en 1806 y llevada a Londres.
Al año siguiente Vernet hizo circular entre los barcos pesqueros ocupados en la Patagonia, una notificación en inglés y español con copia del referido decreto.
[53] A los argumentos tradicionales se le agregaron otros, el Foreign Office y la Colonial Office redactaron sendos informes sobre la historia de las islas y los presentaron al abogado del Rey, Herbert Jenner, para que elaborara los fundamentos legales que justificaran la ocupación de las mismas.
En Buenos Aires, el diplomático estadounidense solicitó que se tratara a Vernet como «criminal de piratería y robo».
[72] Ignorando las reservas del propio Slacum, Baylies incluso animó a Fox para que su gobierno se apoderara de las islas por la fuerza.
[75] Los diplomáticos estadounidenses habían dejado en claro a sus pares británicos que las islas estaban desguarnecidas y muy fáciles de tomar.
[92] Onslow transmitió por la tarde al comandante argentino sus instrucciones: tomar el control de las islas en nombre su rey.
Al ser difícil conseguir gente de mar para tripular sus barcos, los gobiernos se veían obligados a contratar extranjeros.
Pinedo también preparó el barco y habló a la tripulación sobre su voluntad de luchar, pero finalmente decidió no ofrecer resistencia.
[106] Pinedo también ordenó a los colonos que se quedaron, no arrear la bandera argentina, y finalmente partió con la posibilidad de enviar fuerzas suficientes para recuperar las islas.
Por lo tanto el jurista argentino Marcelo Kohen considera que es justo describir lo ocurrido como una expulsión de la población civil.
El 23 de octubre amarraron en Puerto Luis otros barcos británicos, cuyas tripulaciones no intentaron enfrentarse a los gauchos.
Smith asumió al día siguiente el mando del archipiélago y ordenó la captura de los sublevados, refugiados en los cerros vecinos.
En defensa de su concesión, Vernet hizo trámites y hasta ofreció que un hijo suyo fuera a las islas.
[146] Tras la ocupación y en bancarrota, Vernet hizo varios contactos con el gobierno británico pidiendo apoyo para re-establecer su negocio en Puerto Soledad, recibiendo el apoyo de Woodbine Parish (encargado de negocios británico en Buenos Aires desde 1825 hasta 1832) considerado como la persona mejor calificada para desarrollar las islas.
Sus hijos solicitaron al gobierno argentino por una compensación económica que fue recibida, pero no por los territorios perdidos de la isla Soledad.
[148] Entre marzo y abril de 1833, Charles Darwin visitó las islas en el HMS Beagle, al mando del capitán Robert Fitz Roy.
[156] Cuatro años después, casi todos los habitantes de lo que fuera Puerto Soledad se trasladaron a Puerto Jackson, considerado una mejor ubicación para el gobierno, y el comerciante Samuel Lafone, nacido en Uruguay, comenzó un emprendimiento para fomentar la colonización británica.
Argentina reivindica sus derechos sobre las islas y exige su devolución, considerándolas «parte integral e indivisible» de su territorio.
El ministro lord Aberdeen contestaba que la nota argentina había sido enviada al departamento «pertinente para ser examinada».
[183] En el Derecho Internacional, las reclamaciones territoriales suelen considerarse desaparecidas si hay una brecha de 50 años o más entre las protestas por la soberanía.
Posteriormente al trasladarse esta industria a Grytviken, en las islas Georgias del Sur, también reclamadas por la Argentina, el número de habitantes decreció.