[5][6] Luego del ataque, desde 1832 hasta 1843, ambas naciones no mantendrían embajadores formales ni relaciones diplomáticas oficiales.
Este acto fue disputado por los cónsules británicos y estadounidenses en Buenos Aires, que afirmaban su derecho a seguir explotando los recursos naturales en las islas.
[15] Los barcos extranjeros que tocaban puerto en la colonia se les hacía entrega de una circular impresa con la prohibición.
[16] Vernet solicitaba constantemente al gobierno de Buenos Aires refuerzos navales y militares para hacer valer su autoridad, ya que los pescadores, foqueros, loberos y balleneros realizaban sus actividades en las costas de las islas, con efectos destructivos evidentes.
[18] En 1829 la goleta estadounidense Harriet, capitaneada por Gilbert Davison, fue advertida sobre las normas que regulaban la pesca en las islas.
[15] A mediados de 1831, Vernet se encontraba en una situación compleja, ya que tenía dos naves capturadas fondeadas en Puerto Soledad y sin elementos suficientes para custodiarlas.
También se temía que las tripulaciones de las naves realizaran un ataque contra las autoridades malvinenses para dominar la colonia.
Los marinos de la Harriet fueron recluidos por las noches en la casa destinada al secado del pescado y se mantuvo hacia ellos un trato afable.
Luego, en lo que Goebel califica como «el pico de la indiscreción y desmesura»,[31] entregó al gobierno argentino un ultimátum: si el Harriet y su capitán no eran liberados inmediatamente, ordenaría a la nave estadounidense ejecutar una represalia sobre las instalaciones argentinas en las islas Malvinas.
En una reunión concertada con Woodbine Parish y Henry S. Fox, embajador y cónsul británico respectivamente, éstos aseguraron a Slacum que Argentina no tenía derechos sobre el archipiélago, a cuya soberanía Su Majestad «no había renunciado».
[36] Anchorena le respondió a Slacum que tales decisiones estaban fuera de sus atribuciones como cónsul y que protestaría y haría valer los derechos soberanos argentinos en caso de eventuales perjuicios al personal e instalaciones malvinenses.
[44][45] Fitz Roy contó en su libro su asombro al ver la colonia de Vernet en ruinas tras el ataque:[17]
El nuevo ministro de relaciones exteriores, Manuel J. García, respondió asegurando que habían cumplido las instrucciones del comandante Vernet, nombrado legalmente por el gobierno argentino, y que por consiguiente sólo podían ser juzgados por las Provincias Unidas.
[46] Antes de ser liberados, entre febrero y abril, los prisioneros estuvieron a bordo del USS Warren.
[1] Allí Enrique Metealf presta su declaración a las autoridades porteñas: Metealf también declaró que desconocía si el Lexington cambió de pabellón o atacó con el francés y que Duncan tomó presos y se llevó a bordo a todos los hombres que encontró, de los cuales había 25 vecinos y el resto eran esclavos contratados por Vernet.
[4] Según la versión del Reino Unido, el presidente estadounidense Andrew Jackson alabó al capitán Duncan por sus acciones.
[50][38] En su mensaje anual al congreso de los Estados Unidos repitió sus elogios al marino, calificó la captura argentina del Harriet como «piratería», e instó a preparar una expedición naval a fin de proteger los intereses estadounidenses en el Atlántico Sur.
Argumentaría erróneamente que el texto nunca había sido publicado,[38] aunque en una carta privada a Livingston la admite de plano.
[53] Además haría hincapié en el hecho de que los buques norteamericanos habían mantenido actividad en la zona por los últimos cincuenta años, e intentaría negociar la firma de un acuerdo por el que las Provincias Unidas asegurarían a Washington un permiso para continuar con la actividad pesquera.
[21] Ante tales circunstancias, el gobernador, Juan Manuel de Rosas, lo declaró persona non grata y le extendió los pasaportes correspondientes.
Maza contestó el 25 de junio, asegurándole a Baylies que sus cargos contra Vernet debían ser tratados con especial consideración y cuidado, y que el gobierno argentino, como parte de la investigación en curso, había solicitado al comandante una respuesta ante los cargos del consulado norteamericano.
Esto extremó aún más la postura de Baylies, quien envió el 10 de julio una nota a Maza en la que, repitiendo punto por punto los argumentos británicos, afirmaba que Estados Unidos no reconocía la potestad argentina sobre Malvinas.
Luego de una reunión en la que ambas partes mantuvieron sus afirmaciones, el 3 de septiembre Maza envió a Baylies su pasaporte, insistiendo en que Washington se disculpara por lo sucedido e indemnizara al Estado argentino por las pérdidas causadas.
[38] El entendimiento estadounidense y británico dio un paso adelante: mientras se preparaba para dejar Buenos Aires, Baylies se entrevistó con el ahora nuevo embajador británico Fox, a quien le comunicó que Washington estaba dispuesto a reconocer la soberanía británica a cambio del otorgamiento de derechos de libre pesca en las aguas inmediatas.
[7][54] Ignorando las reservas del propio Slacum, Baylies incluso animó a Fox para que su gobierno se apoderara de las islas por la fuerza.
(...) Vernet regresó a Puerto Soledad, sin recursos para reconstruir la colonia y para dotarla de las defensas necesarias.
Regularmente solicitaba que el gobierno de Buenos Aires le asignara recursos humanos y armamento, pero no obtuvo ninguna respuesta formal.
[55] El 19 de noviembre, Vernet y su familia abandonaron las islas para siempre en la goleta lobera Harriet que había sido apresada a los estadounidenses.
De aquí en más y por los siguientes once años, ambas naciones no mantendrían embajadores formales ni relaciones diplomáticas oficiales.
[15] En 1884, la familia de Vernet (ya fallecido) recibió el apoyo del Gobierno del presidente Julio Argentino Roca, que reabrió tanto la reclamación sobre la Lexington con los Estados Unidos y la soberanía de las Malvinas con Gran Bretaña.