Según otros, puede hacer mención al río «Runa» [cita requerida], hoy llamado Arga.
La parte más cercana a la muralla contendría las edificaciones, con el Foro en el centro y una calle desde este hasta la muralla, donde seguramente una puerta se abría en dirección a la zona del Valle del Ebro.
Los cultivos se ubicarían en el exterior de la ciudad y en la zona cercana al río.
La Pamplona romana disponía de termas, según los últimos hallazgos arqueológicos de la céntrica Plaza del Castillo, lo que confiere al asentamiento una categoría superior a la que tradicionalmente se había considerado.
La mala relación entre vascones y visigodos ha dado pie a una cierta polémica sobre la presencia de estos en la ciudad.
Tras los episodios visigodos, musulmanes y carolingios, en la segunda mitad del siglo IX la ciudad se afianza en el emergente núcleo cristiano.
En el entorno de la ciudad originaria (Navarrería, donde se encontraban los vascones) surgieron nuevos núcleos de población (San Nicolás, cuya población era más heterogénea y San Cernin mayoritariamente francos), todos ellos con administración y privilegios propios, aunque bajo la autoridad del obispo.
[10] Posteriormente, al repoblarse volvieron a producirse enfrentamientos, hasta que las disputas fueron zanjadas tras la proclamación del Privilegio de la Unión por el rey Carlos III «el Noble» en 1423, unificando la ciudad y destruyendo las murallas que separaban a los burgos.
Cuando Juan II usurpó la corona al morir la reina Blanca I, desplazando a Carlos, el príncipe de Viana se produjo una guerra civil, que no fue directamente sangrienta pero sí con grandes pérdidas económicas.
En octubre del mismo año 1512 las fuerzas navarras con apoyo de las francesas sitiaron Pamplona.
En el flanco sur, que no estaba protegido por el río Arga fue fortalecido, derribando una treintena de edificios.
Las fuerzas castellanas superaban a la población, pero solo disponía de dos falconetes y una lombarda.
Se hostigaron las defensas del flanco sur para cortar la llegada de suministros a la ciudad, aunque sin lograr un cerco efectivo.
El día 30 cuando aún se repliegan las últimos hombres, las tropas de refuerzo castellanas con 6.000 infantes llegaron a la ciudad.
[11] En ellas, el virrey hizo público un perdón general siempre que se acatasen las nuevas autoridades, y en nombre de Fernando el Católico juró respetar los fueros, usos y costumbres del Reino, aunque las promesas se supeditaban a la finalización de la guerra.
Esta se produjo sin esperar a las tropas, y en la ciudad de Pamplona fue un éxito, quedando encastillados los soldados castellanos durante dos o tres días.
Entre ellos estaba el guipuzcoano oñacino capitán Iñigo López de Recalde, que fue herido en el bombardeo realizado durante seis horas para rendir la plaza.
Durante la Guerra de la Convención, en 1794, la ciudad sufrió el cerco del ejército francés que no pudo entrar en la misma.
[15] Para ello se construyó en Pamplona en 1903 el Monumento a los Fueros, ante el Palacio de Navarra, pagado por suscripción popular.
Otra inscripción en euskera dice: «Aquí estamos los euskaldunes de hoy congregados por respeto a la memoria de nuestros antepasados, porque queremos mantener nuestra ley»[16] Pamplona permanecerá encerrada en sus murallas hasta los inicios del siglo XX.
[15] Primando los intereses de la ciudad sobre los puramente patrimoniales, en 1905, las murallas comienzan a caer, desde la Taconera al Labrit, para permitir el crecimiento ordenado hacia el Sur.
[15] En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, que llevaron a la II República, en Pamplona triunfo la coalición monárquico-derechista (10 carlistas jaimistas, 1 monárquico), con 17 concejales; los candidatos republicano-socialistas obtenían 12 (uno socialista), mientras que los nacionalistas vascos no obtuvieron ningún escaño.
En agosto de 1934, Garbayo y todos los tenientes de alcalde izquierdistas presentaron la dimisión, con lo que fue el carlista Tomás Mata quien ocupó la alcaldía, puesto que conservó durante la Guerra Civil y hasta 1940.
[21] Se colocó el bando, que había sido impreso en los talleres del «Diario de Navarra» y fueron asaltadas varias sedes, entre otras la del PNV donde se editaba «La Voz de Navarra», siendo encarcelado su director José Aguerre, para posteriormente editarse el «Arriba España».
[21][20]Pamplona no fue frente de guerra pero, aun así, en una ciudad que contaba con 42 259 habitantes en el censo de 1930, fueron asesinados 303 personas, entre ellas seis que habían sido concejales: Florencio Alfaro Zabalegui, Gregorio Angulo Martinena, Corpus Dorronsoro Arteta, Victorino García Enciso, Mariano Sáez Morilla e Ignacio San Pedro Chocolonea.
Ese día 795 presos abandonaron el fuerte en el hecho conocido como la Fuga del Fuerte San Cristóbal, de ellos solo tres consiguieron escapar y cruzar la frontera con Francia; 211 fueron abatidos y el resto recapturados.