Su hijo Eduardo I repitió la sanción en 1297, esta vez confirmándola como parte del derecho estatutario de Inglaterra.
Aunque el reino tenía un sistema administrativo robusto, la naturaleza del gobierno bajo los monarcas angevinos estaba pobremente definida e inestable.
[9] Juan I había perdido la mayoría de sus tierras ancestrales en Francia ante el rey Felipe II en 1204 y estuvo luchando por recuperarlas durante muchos años.
[17][16][18] Los líderes rebeldes eran insignificantes según los estándares de la época, incluso tenían mala reputación, pero les unía el odio hacia Juan I;[19] Robert FitzWalter —más tarde elegido líder de los barones rebeldes— afirmó públicamente que Juan I había intentado violar a su hija;[20] este sublevado estuvo implicado en un complot para asesinar al rey en 1212.
[28][29] En abril llegaron mensajes de respaldo papal al rey, pero para entonces los barones rebeldes se habían organizado en una facción militar.
[31][33][36] Los esfuerzos pragmáticos de Stephen Langton en la mediación durante los siguientes diez días transformaron estas demandas incompletas en un documento que resumía el acuerdo de paz propuesto; unos años más tarde, este acuerdo fue renombrado Carta Magna, que significa «Gran Carta» en latín.
[37] Prometía protección de los derechos eclesiásticos, protección contra el encarcelamiento ilegal, acceso a justicia inmediata y, lo que es más importante, limitaciones sobre la tributación y otros pagos feudales a la Corona, así como ciertos impuestos feudales que requerían consentimiento de los barones.
Sin embargo, la Carta Magna era novedosa en el sentido de que estableció un medio formalmente reconocido para coaccionar colectivamente al rey.
[87] En su ausencia, surgieron discusiones entre sus seguidores franceses e ingleses, mientras el cardenal Guala declaró que la guerra de Enrique III contra los rebeldes era una cruzada religiosa.
[107] En esta ocasión, Enrique III garantizó verbalmente que se consideraba obligado a respetarlas y permitió el desarrollo de una investigación sobre aquella situación en los condados.
[123] El rey hizo un hincapié simbólico en la reconstrucción de la autoridad real, pero su poder estaba relativamente circunscrito por la Carta Magna.
[145] En 1306, aprovechó la oportunidad, dado el respaldo del romano pontífice, para reafirmar las leyes forestales sobre extensas áreas que habían sido «desafectadas».
[148] En la práctica, no se presentaron casos contra el monarca por incumplimiento de la Carta Magna y la Carta Forestal, pero era posible presentar un caso contra los oficiales del rey (por ejemplo, los magistrados civiles) empleando como prueba las violaciones de las libertades concedidas por el monarca en esos documentos.
[171] Los historiadores de la era Tudor redescubrieron al Cronista de Barnwell, un texto más favorable a Juan I que otros del siglo XIII y, como describe el historiador Ralph Turner, «vieron al rey Juan como un héroe que luchaba contra el papado» y mostraba «pequeña simpatía por la Gran Carta o los barones rebeldes».
Thomas Berthelet —sucesor de Pynson como impresor real durante 1530-1547— difundió una edición del texto junto con otros «estatutos antiguos» en 1531 y 1540.
[177][178][179] En 1534, George Ferrers publicó la primera edición íntegra de la Carta Magna en inglés, en la que dividió el documento en treinta y siete cláusulas numeradas.
[182][vii] Por ejemplo, el anticuario William Lambarde publicó lo que él creía que eran los códigos de derecho anglosajón y normando, remontando los orígenes del Parlamento inglés del siglo XVI a ese período, aunque malinterpretando las fechas de muchos documentos en cuestión.
[190][191] A principios del siglo XVII, la Carta Magna era vista como documento político esencial en los argumentos sobre la autoridad de la monarquía inglesa.
[184][192][194][195] No obstante, aunque los argumentos basados en la carta eran históricamente inexactos, tenían un poder simbólico ya que ella tenía un profundo significado durante este período; anticuarios como Henry Spelman la describieron como «el más majestuoso y sacrosanto pilar de las libertades inglesas».
[184][197] Con más simpatía, James Clarke Holt señaló que la historia de las cartas ya se había «distorsionado» cuando Coke estaba llevando a cabo su trabajo.
[210] El nivelador Richard Overton la describió como «una cosa mezquina que contiene muchas marcas de cautiverio intolerables».
[232] Cuando los colonos estadounidenses luchaban contra la metrópoli, no solo lo hacían por la nueva libertad, sino también por preservar las libertades y los derechos que creían estaban consagrados en la Carta Magna.
[238] La interpretación whig de la Carta Magna y su papel en la historia constitucional siguió siendo dominante durante principios del siglo XIX.
[241] En 1904, Edward Jenks publicó un artículo titulado «El mito de la Carta Magna», que socavó la visión previamente aceptada sobre ella.
[244][245] Sin embargo, en muchas representaciones literarias del pasado medieval, la Carta Magna siguió siendo la base de la identidad nacional inglesa.
La llamada «carta Dering» generalmente se identifica como la copia enviada originalmente a Alianza de los Cinco Puertos en 1215.
[308][309] Posiblemente es la mejor conservada de las cuatro, aunque se observan pequeños orificios en el pergamino en las esquinas donde alguna vez estuvo sujetada a la pared.
[333] El escudaje era otra forma de impuesto medieval: los caballeros y nobles debían el servicio militar a la Corona a cambio de sus tierras, que teóricamente seguían perteneciendo al rey, pero muchos preferían evitar este servicio y ofrecer dinero; la Corona solía usar estos fondos para contratar mercenarios.
[335] Aunque estas cláusulas no tenían ningún significado especial en la carta original, esta destacó como particularmente importante en siglos posteriores.
[333] La importancia de esta cláusula también reflejaría el rol del arzobispo Langton en las negociaciones, quien había tomado una postura firme sobre este tema durante su carrera eclesiástica.