Se consolidaría definitivamente como sistema de gobierno en el siglo XIX bajo la forma de democracias representativas, en las que la soberanía popular se delega en representantes políticos que ejercen la autoridad en nombre del pueblo.
La democracia ateniense estaba basada en la selección de representantes por sorteo y las decisiones en otros casos por mayoría.
La asamblea estaba compuesta por todos los ciudadanos varones de Atenas y votaba en forma directa.
Existían pocos mecanismos de control del poder de la asamblea o límites al mismo, con la excepción llamada Graphe Paranomon (también votada por la asamblea), que hacía ilegal aprobar una ley que era contraria a otra.
Además, existían rígidas restricciones sobre quiénes tenían derecho a participar como ciudadanos, porque solo se le podía llamar ciudadano al que vivía en Esparta o en Atenas, que excluían a más de la mitad de la población total.
Durante la edad dorada de la Atenas clásica, en el siglo V a. C., en el que fue la ciudad-estado hegemónica en la Hélade, los atenienses promovían la democracia en el exterior.
Sin embargo, el siglo V a. C. vio la división del mundo griego a causa de las guerras del Peloponeso, en las que Atenas se enfrentó a una liga de ciudades dirigida por Esparta, que resultó vencedora y la democracia fue abolida en todas las polis griegas.
Para ver cómo estas asambleas difieren de los principios democráticos actuales se transcribe el texto siguiente sobre las (comitia centuriata): «El comicio por centurias incluía a patricios y plebeyos organizados dentro de cinco clases económicas (aunque la estructura socioeconómica, más allá de la representación política, tuviera en realidad una cúspide formada por la clase senatorial y la clase ecuestre) y distribuidos entre divisiones internas llamadas centurias.
Según su riqueza (medida primero en superficie agrícola y luego monetariamente en ases –aunque al principio debió usarse el patrón del "as grande", 1/5 en dinero, se referían a los del tipo llamado "as pequeño", 1,10 en dinero–) los ciudadanos formaban parte de una centuria u otra.
Posteriormente (241 a. C., con los censores Marco Fabio Buteón y Cayo Aurelio Cota) se introdujeron modificaciones en la estructura y número de las centurias, considerando en cada una de las 35 tribus dos diferentes grupos de edad (junior y senior –entre 17-46 años y mayores de 46-, lo que según Cicerón se hizo para otorgar tanto peso a los numerosos e inexperimentados jóvenes como a los menos numerosos, pero más experimentados de mayor edad, presumiblemente con más que perder) y cinco clases sociales, por lo que había diez centurias por tribu (350) a las que se sumaban las 18 centurias de los que servían en caballería (equites, con seis centurias reservadas solo a los patricios y 5 centurias de los ciudadanos más pobres (capiti censi o proletarii), por lo que el total llegaba a 373 centurias.
El acceso a las magistraturas, y con ello al Senado, quedaba en manos de una estrecha clase social, la misma que controlaba los comicios centuriados.
En última instancia se puede plantear como una diferencia sustancial entre la Atenas democrática y la Roma republicana el hecho de que, mientras en la primera se fomentó la participación popular en la cosa pública, en Roma más bien la aristocracia hizo siempre todo lo posible por restringir esa participación popular.
Las ciudades libres de las actuales Italia, Alemania y Países Bajos siguieron aplicando principios democráticos durante la Edad Media[cita requerida], en especial durante el auto gobierno del pueblo a través de las instituciones municipales.
Los conceptos de igualdad de derechos políticos y sociales se definieron más durante el Renacimiento[cita requerida], en el que se vio potenciado el desarrollo del humanismo y, más tarde, durante la Reforma protestante, en la lucha por la libertad religiosa.
Desde antes de nuestra era está documentado que en la antigua India existieron repúblicas democráticas.
Quinto Curcio y Diodoro Sículo en sus obras sobre las conquistas de Alejandro mencionan a un pueblo llamados sabarcas (sabarcae) o sambastas (sambastai) entre los cuales el gobierno era democrático y no de tipo monárquico:[10] Los sabarcas o sambastas, al igual e los mallianos, dominaban un territorio amplio.
La prevalencia de las repúblicas democráticas fueron señaladas por Diodoro Sículo, que tras describir a monarcas legendarios que se enfrentaron al dios Dionisio dice: A mediados del siglo XVIII, cinco naciones norte[12] americanas, Seneca, Cayuga, Oneida, Onondaga y Mohauwk, a las que se sumó Tuscarora en 1720, formaron una gran liga democrática denominada Haudenosaunee.
Del mismo modo, estos gobernantes han cambiado las leyes solo tras consultar con la asamblea popular o sus representantes.
Entre 1789-1799: durante la Revolución francesa, la Asamblea Nacional promulga: Principios del siglo XIX: aparición de los partidos políticos que competían por votos.