Son especialmente característicos y abundantes en Sanlúcar de Barrameda (donde originalmente llegó a haber cinco corrales, a partir del siglo XVIII quedaban tres, y actualmente sólo uno[1]), Chipiona y Rota, todas ellas localidades españolas pertenecientes a la comarca de la Costa Noroeste de Cádiz, en Andalucía.
Allí los pescadores usan un tipo de red llamado esparavel o tarraya[2] para capturar a los peces encerrados.
La otra teoría es la que defiende un origen externo importado por poblaciones de fuera, como fenicios, romanos, árabes o incluso gallegos.
Los corrales en Chiloé tenían propietarios particulares, pero varias de las actividades asociadas a ellos eran comunitarias.
A ellos se vinculaban varios rituales y creencias, así como bastante léxico especializado.
En las temporadas de abundancia podía ser necesario hacer mingas (labores comunitarias de ayuda recíproca) para poder sacar todo lo que quedaba atrapado y llevarlo hasta las viviendas para consumirlo o ahumarlo.