Pipil es el nombre con el que comúnmente se nombra a los pueblos indígenas nahuas de Centroamérica cuyo lenguaje nativo es el idioma náhuat (también escrito “nawat”, o pipil), y que en la actualidad habitan en la zona occidental y central de El Salvador y en los departamentos de Rivas, Chinandega, Nueva Segovia, Masaya, Jinotega y el municipio de Sebaco en Nicaragua (donde también son conocidos como nicaraos); anteriormente también hubo miembros de la etnia en Guatemala, Honduras y Costa Rica.
[10][17][18][3][4][5][6][7][8][9] Sus antepasados se consideran provenientes de los toltecas, que emigraron a Centroamérica en varias olas desde México, entre los siglos siglo X y siglo XIII d. C.[17][19][20] Actualmente, únicamente en El Salvador aún hay hablantes puros de su idioma originario; siendo junto con los lencas las únicas etnias del país que todavía conservan sus lenguas.
[22] La Real Academia Española establece a la palabra pipil como el término correcto para denominar a esta etnia en la lengua española, dándole los siguientes significados:[23] En la literatura antropológica y lingüística, se usa comúnmente el término pipil para denominar a este grupo poblacional, para evitar caer en ambigüedades y en confusiones con los otros grupos náhuablantes.
[17][24] Para la mayoría de los autores, los términos pipil o náhuat se usan para referirse al idioma hablado en América Central únicamente (es decir, excluyendo a las otras variedades nahuas de México).
Sin embargo, ambos (junto con el término de náhuatl oriental) también se han utilizado para referirse a las variedades del idioma náhuatl en los estados del sur de México como Veracruz, Tabasco y Chiapas, que al igual que el náhuat, han reducido el sonido /tl/ a /t/.
Una de ellas, que en princio fue planteada por Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán (en el tomo I libro 3 capítulo 2 de la Recordación Florida de 1890), Francisco Vásquez (en 1714) y Domingo Juarros (a inicios del siglo XIX), considera que se deriva de pipiltoton, que significa 'niño, muchacho u hombrecito', y que sería dado a las poblaciones que había en El Salvador y Guatemala al parecer porque al escuchar el idioma les parecía un náhuatl mal pronunciado, con acento de niño (sin embargo dicha hipótesis no se sustenta si se tienen en cuenta crónicas indígenas mexicanas y documentos del siglo XVI e inicios del XVII, como se verá más adelante).
Entre los chichimecas estaban los mexicas, acolhuas, tlaxcaltecas, otomíes, mazahuas, michuaques, etc; en cambio, entre los toltecas estaban los colhuas, cholultecas, xochimilcas, xicalancas, guatemaltecas (es decir los habitantes de la Capitanía general de Guatemala, los pipiles), etc.
[26] Está lengua, difiere completamente del náhuat ya que carece de sus características distintivas y por ende no es una variedad del náhuat sino una lengua propia perteneciente al grupo náhuatl occidental, aunque se parece al náhuatl central tiene características cuya particular combinación lo hacen único y distinto, lo cual supone que habría llegado a Centroamérica siglos antes de la llegada de los españoles.
[19][22][41] Las evidencias arqueológicas, lingüísticas y glotocronológicas sugieren que algunas poblaciones ubicadas en lo que ahora son los estados mexicanos de Durango, Zacatecas y San Luis Potosí emigraron a Veracruz alrededor del 500 o 600 d. C., donde surgiría el náhuatl oriental (el grupo al que pertenecería el idioma náhuat).
[58] En 1932 se produjo el levantamiento campesino en los territorios Indígenas de Juayua, Nahuizalco, Izalco y Tacuba, que fue reprimido militarmente por el gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez, quien decretó frenar la movilización y la sublevación, ordenando asesinar a cualquiera que portaba machete y a todos los indígenas que portaban su indumentaria, o que hablaran su idioma; provocando la muerte, según estimaciones, de 25.000 a 32.000 indígenas, lo que lo convierte en el mayor etnocidio registrado en la historia contemporánea de El Salvador.
Este genocidio indígena provocó que muchos pipiles abandonaran su lengua y tradiciones, ya que dicha represión llevó a muchos a ocultar su lengua e identidad cultural, incluso después de finalizado el gobierno de Martínez en 1944.
Tan sólo el 0.6 % puede cubrir sus condiciones básicas de vida sin mayor complicación.
[58] Este grupo poblacional tendría durante el posclásico tardío las mismas estructuras económicas, sociales y políticas de los pueblos nahuas del actual México; por lo que cada una de sus entidades políticas estaba constituida por el mismo sistema celular, en el que cada unidad (llámese calpulli, altépetl o tlahtocayotl) tenía su propia autonomía, pudiendo tener sus propios rasgos lingüísticos, culturales, y de relaciones comerciales.
[60][61] El centro de este sistema celular era el altépetl (cerro de agua), popularmente llamados cacicazgos, qué estaban subdividido en varios calpullis, conformados a su vez por uno o varios linaje.
[17][25][60][61][62] En el centro de cada calpulli se encontraría una plaza, que estaba rodeada por las estructuras más importantes política y religiosamente hablando, y qué podían estar junto con plazas de otros calpullis o estar dispersos en el territorio del altépetl, de un modo u otro conformando las localidades qué los españoles denominaron pueblos, aldeas o estancias.
Estas plazas eran lugares públicos que aumentaban la integración entre la nobleza y los plebeyos.
[17][50][60][63][64][65][66][67] Los principales grupos sociales eran los nobles y los sacerdotes quienes compartían el poder político con los guerreros más destacados.
Al igual que los aztecas, en un principio eran los guerreros destacados quienes elegían a los gobernantes de los altépetl, pero con el tiempo los caciques dejaron de ser legibles y pasaron a ser heredados.
[45][50][70][71][72][73] En la esfera religiosa, rendían culto a los dioses nahuas como: Quetzalcóatl, la serpiente emplumada; Tlaloc, dios de la lluvia y de la fertilidad; Xipe-Totec, este último muy vinculado a los sacrificios humanos.