[24] Y en la Crónica y en la Gran Crónica de Alfonso XI consta que un día después de haber sido coronado, el rey convocó en su palacio a todos los que iban a ser armados caballeros por él, incluyendo a Pedro Ponce, a su primo carnal Rodrigo Pérez Ponce de León, y a otros grandes personajes del reino como Pedro Fernández de Castro, Juan Alfonso de Alburquerque y Juan Alfonso de Haro, señor de los Cameros,[25] a los que previamente había entregado «paños de oro e de seda» y «espadas guarnidas», y esa misma noche fueron en procesión hasta el monasterio de las Huelgas de Burgos, donde había sido coronado Alfonso XI, y pasaron la noche en oración velando sus armas, cada uno en su altar, y a la mañana siguiente fueron armados caballeros por el rey y después almorzaron con él en su palacio de las Huelgas.
[38] Y el medievalista Juan Luis Carriazo Rubio subrayó que el proyecto matrimonial entre Pedro Ponce y Beatriz de Lauria comenzó a fraguarse a principios de 1334, cuando la madre de Beatriz comunicó al rey de Aragón que deseaba casar a su hija con el señor de Marchena, y que el primero en proponerlo habría sido este último.
[46] Y poco después Pedro Ponce fue informado por su hermano, Fernando Pérez Ponce, de que las tropas musulmanas habían salido de Algeciras y se dirigían a devastar la frontera con Castilla.
[53] Pedro Ponce de León y sus mesnadas iban a combatir en las vanguardia castellana durante la batalla del Salado, librada en octubre de 1340, al igual que las tropas de Don Juan Manuel y de Juan Núñez III de Lara,[54] que ya llevaban varios años reconciliados con el rey, pero la noche anterior a la batalla el rey ordenó a Pedro Ponce y a Enrique Enríquez el Mozo, caudillo mayor del obispado de Jaén, que penetraran en la asediada ciudad de Tarifa para que de ese modo pudieran atacar a los benimerines por la espalda en la batalla que se libraría al día siguiente, y la Gran Crónica de Alfonso XI señala que ambos caballeros, cumpliendo las órdenes reales, entraron aquella noche en Tarifa junto con mil hombres de a caballo y cuatro mil de a pie.
[55] Y al día siguiente las tropas a sus órdenes atacaron el real de los benimerines, defendido según refiere la Crónica de Alfonso XI por tres mil hombres de a caballo y ocho mil peones, a los que obligaron a huir hacia el mar y hacia Algeciras,[56] contribuyendo de ese modo decisivamente en la enorme derrota infligida a los benimerines y a sus aliados del reino de Granada en la batalla del Salado, en la que los reyes Alfonso XI y Alfonso IV de Portugal consiguieron un enorme botín y numerosos cautivos.
[67] Cuando los musulmanes que perseguían al alcaide de los Donceles y a sus hombres, según estaba previsto, llegaron hasta donde se encontraban Pedro Ponce y los suyos, éstos salieron de su escondite y comenzaron a perseguir a aquellos, obligándoles a retirarse, y aunque los persiguieron hasta el «oteruelo» situado junto a la puerta de la Villa Nueva de Algeciras, los cristianos no pudieron acercarse más a causa de las flechas que les disparaban desde la ciudad, aunque los castellanos no se retiraron y a pesar del peligro que corrían y de los refuerzos que recibieron los musulmanes, fueron pronto auxiliados por las tropas que componían las otras «celadas» preparadas por el rey, y a pesar de las bajas sufridas Pedro Ponce y los suyos éstos los expulsaron del «oteruelo» y les obligaron a refugiarse en Algeciras, y la Crónica de Alfonso XI señala que desde entonces «fueron los Moros escarmentados desta pelea en tal manera, que non salieron luego en pos (de) los Christianos, así como solian las otras veces».
[69]En febrero de 1343 unos emisarios del rey Yusuf I de Granada acudieron a Algeciras para intentar llegar a un acuerdo de paz con Alfonso XI, y este convocó entonces a los grandes personajes del reino que le acompañaban en el asedio, entre los que figuraban Pedro Ponce y su primo, Rodrigo Pérez Ponce de León, así como Don Juan Manuel, Juan Núñez III de Lara y Pedro Fernández de Castro,[70] aunque al final no se alcanzó ninguna tregua o acuerdo de paz, ya que el rey de Granada se negó a romper sus relaciones con el rey de Marruecos y a convertirse en vasallo del monarca castellano, que eran parte de las condiciones exigidas por Alfonso XI.
[71] Y varios meses después, en julio de 1343, Pedro Ponce, Juan Alonso Pérez de Guzmán y Álvar Pérez de Guzmán esperaron en Jerez de la Frontera al rey Felipe III de Navarra,[72] que se dirigía al asedio de Algeciras,[73] y le escoltaron hasta allí con sus tropas, ya que Alfonso XI había informado al monarca navarro de que podía ser atacado por los musulmanes durante el trayecto, y la Crónica de Alfonso XI señala que Felipe III fue muy bien recibido y agasajado por Pedro Ponce y sus compañeros:[74] Algunos nobles extranjeros, como el conde Gastón II de Foix, abandonaron el asedio de Algeciras en 1343 debido a que Alfonso XI no les había pagado sus soldadas, y ello provocó que la moral de los sitiados se restableciera, al ver que la presión ejercida sobre ellos disminuía, y en vista de ello Alfonso XI recrudeció los ataques contra los algecireños y organizó algunas emboscadas contra ellos.
[77] Y Pedro Ponce y los suyos lo hicieron así y cuando llegaron hasta ellos las fuerzas enemigas comenzaron a retirarse por el camino que conducía al río Palmones, donde estaban apostados desde la noche anterior los reyes Alfonso XI y Felipe III de Navarra junto con cerca de 4.000 caballeros, según refiere la Crónica de Alfonso XI, aunque la emboscada fracasó por causa de los caballeros franceses que acompañaban al monarca navarro, ya que «salieron de la celada» antes de tiempo y pusieron sobre aviso a los musulmanes,[78] que al comprender que se trataba de una emboscada se retiraron y regresaron a su campamento.
[e] A principios de octubre de 1343 la flota castellano-aragonesa que bloqueaba Algeciras quedó dispersada, y el rey de Marruecos pudo entonces desembarcar en la ciudad a sus tropas y abastecerla, lo que obligó a Alfonso XI a reunir a sus principales ricoshombres y caballeros para disponer el plan de la batalla que pronto librarían contra las tropas marroquíes y granadinas.
[f] Y por ello Alfonso XI escribió de nuevo al rey de Aragón para que hiciese que la deuda fuera abonada.
[97] Pero a pesar de que se habían refugiado en Morón estaban intranquilos, y por ello Pedro Ponce, Enrique de Trastámara y Fernando Enríquez, hijo de Enrique Enríquez el Mozo, decidieron refugiarse en Algeciras, cuya alcaidía estaba en manos del primero,[3] y otros caballeros también les acompañaron y se refugiaron allí con ellos, a pesar de la oposición de buena parte de los habitantes de la ciudad,[99] y el maestre de Alcántara permaneció en Morón de la Frontera, según consta en la Crónica del rey Don Pedro, donde también se afirma que «los que estaban en Sevilla con el Rey tenian que se comenzaba guerra, porque tantos é tan grandes Señores como estos se apartaran del Rey; ca tenian muchas é muy grandes fortalezas».
Poco después, según consta en la mencionada Crónica, Pedro I envió a Lope de Cañizares a Algeciras para conocer el estado en que se encontraba la ciudad y si habría medio de apoderarse de ella, y dicho individuo, tras haber estado en ella y haber hablado con los partidarios que el rey tenía allí, aconsejó a este que enviara tropas por mar y tierra a fin de impedir que Pedro Ponce de León y sus partidarios expulsaran de la ciudad a sus partidarios o los asesinaran para apoderarse de la plaza, pues habían planeado hacerlo así.
[101] Y el rey y los miembros de su consejo decidieron enviar inmediatamente tropas para impedir que Pedro Ponce de León y sus partidarios llevaran a cabo sus planes, ya que también temían, como señaló el profesor Luis Vicente Díaz Martín, que la plaza de Algeciras, «cuya conquista tanto había costado», pudiera volver a caer en manos musulmanas, lo que desequilibraría la presencia castellana en el Estrecho de Gibraltar.
[6] Sin embargo, en la Crónica antes mencionada también consta que Pedro Ponce y Enrique de Trastámara ya habían comenzado a enviar mensajeros a Pedro I para reconciliarse con él y «venir á la su merced»,[104] y a pesar de que Leonor de Guzmán se encontraba presa en Sevilla, y de que Pedro Ponce y los suyos «estaban apartados é espantados del Rey»,[106] poco después fueron a Sevilla, se reconciliaron con él y quedaron a su servicio,[107] y al poco tiempo Pedro Ponce y su hermano, fueron nombrados fronteros de Morón de la Frontera.