Laberinto de Fortuna

Según Marcel Bataillon, la primera edición impresa sería la realizada en Salamanca en 1481 o 1482, aunque no tiene indicación de lugar ni año.

Según Lida, el ser la Divina Comedia la única obra de este tipo que nos es familiar hoy sería lo que habría llevado a relacionarla con el Laberinto, pero esta estructura sería tan familiar en estos siglos que no implicaría una especial adhesión a una u otra de las obras.

Según Pérez Priego, Mena y Santillana no solo recogieron las ideas de Rambaldi sobre la Comedia de Dante, sino que se propusieron trabajar el mismo género.

[7]​ Después de esto, se le muestran tres ruedas, dos inmóviles y otra en constante movimiento: son las ruedas del Pasado, el Futuro, y la del Presente, respectivamente.

La Providencia ensalza la figura del rey Juan II y profetiza que llegará a la cima de la gloria, dejando en el olvido las hazañas de los reyes que le han precedido.

El poema acaba con la súplica del poeta al rey para que haga cierta la predicción.

Son diversas las propuestas a la hora de analizar la estructura del Laberinto Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres proponen una estructura tripartita[8]​ que sigue en lo fundamental la propuesta por Joaquín Gimeno Casalduero:[9]​ Rafael Lapesa defendió otro modelo de estructura, en este caso en siete partes:[10]​ El crítico Philip Gericke ha centrado su interés en la parte central del poema, la descripción de los siete círculos y en la contraposición qu en su opinión de da entre Fortuna/Providencia, pasado/presente, ética/realidades prácticas.

Por una parte, en ningún momento queda clara la relación entre la Fortuna y la Providencia —esta relación era motivo habitual de reflexión en la cultura medieval—: no sabemos si la Fortuna es una fuerza independiente o está sometida a la Providencia, es decir, al poder divino.

[12]​ Sin embargo, a pesar de esto, Deyermond considera que el Laberinto no es una obra fallida, por cuanto, a pesar de lo que dice Mena sobre sus intenciones, en realidad su objetivo es hacer una obra propagandística (véase la sección Significado), y es esta finalidad la que organiza realmente la estructura de la obra.

[17]​ A pesar del título, la obra no es tanto una reflexión sobre la Fortuna (en el sentido del destino o azar) cuanto una obra de tipo moral, didáctico y político.

La crítica señala mayoritariamente que el objetivo de la obra sería ensalzar la figura del condestable Álvaro de Luna y persuadir al rey para que siga confiando en él como valido.

[20]​ Incluso, en muchas ocasiones, uno de los dos bandos se aliaba con el rey granadino del momento, como sucedió en la guerra entre Pedro I y su hermanastro Enrique (futuro Enrique II), en la que Pedro se alió con el rey Muhammed V y llegó a ayudarle a tomar para el reino de Granada algunas ciudades castellanas partidarias de Enrique.

El hecho de que nos haya llegado un manuscrito con múltiples catalanismos y una glosa en catalán, probablemente copiado en Cataluña o en la corte napolitana del rey Alfonso V, evidencia que el Laberinto fue conocido también fuera del Reino de Castilla.

Se convirtió en la primera obra en castellano merecedora de una edición con glosas, comentarios y correcciones: la que realizó en 1499 el humanista Hernán Núñez, conocido también como el Comendador Griego, en la línea de lo que hoy llamaríamos una edición crítica, según la labor filológica propia del humanismo.

Portada de la edición de 1496 ( Sevilla ) del Laberinto de Fortuna o Las trescientas (escrito «Las CCC»), cuya ilustración muestra a Juan de Mena entregando su obra al rey Juan II de Castilla .
Ilustración de Giovanni di Paolo para un manuscrito de la Divina Comedia de Dante, obra que según algunos autores influyó en la concepción del Laberinto de Fortuna
Miniatura que representa una Rueda de la Fortuna en un manuscrito del Hortus Deliciarum (Jardín de las Delicias) de Herrad de Lansberg .
Retrato de Álvaro de Luna , Condestable de Castilla, personaje más importante del Laberinto de Fortuna ( Retablo de la Capilla de Santiago de la Catedral de Toledo ).
Juan de Mena ofrece el Laberinto de Fortuna al rey Juan II. Detalle de un grabado de la edición de Zaragoza, Jorge Coci, 1509.