La brujería es una práctica de índole espiritual que frecuentemente se asocia con el paganismo y sus diversas religiones.
Debe tenerse en cuenta que en esta época el Languedoc y la Corona de Aragón eran áreas culturalmente muy relacionadas.
El antropólogo español Julio Caro Baroja propone diferenciar entre «brujas» y «hechiceras».
Celestina, dice Carmelo Lisón, vive "rodeada de ponzoñosos ungüentos y de fórmulas mágicas cuyo poder residía en la fuerza del lenguaje" pero "puede además disparar el terrible dardo del maleficio, opera con poderes nocturnos, conjura y obliga al mismísimo Satán".
[15][16] Es difícil llegar a concretar una visión más o menos exacta de la brujería en la antigüedad.
Sin duda, en ese tiempo la misma era reprobada o al menos temida por amplios sectores de población, e incluso prohibida.
No obstante lo señalado, numerosas referencias (especialmente literarias), testimonian la práctica continua de la brujería durante la Antigüedad.
Claude Seignolle expresa que los procesos y ejecuciones en relación con brujerías, sobre todo conciernen a mujeres.
Al inicio solamente desarrollados y dirigidos por gente de Iglesia, los procesos por brujería fueron luego encargados a los laicos.
Y entre estos condenados a muerte, se estima que alrededor del 80 % de las víctimas fueron mujeres.
Es hasta 1571 que se conforma el tribunal inquisitorial en Nueva España, contando con una jurisprudencia de 3 000 000 km².
Los castigos no eran tan severos como la hoguera, pero consistía usualmente en 200 azotes, destierro o alguna amonestación económica.
Uno de los primeros en querer rehabilitar a las brujas fue Jules Michelet, quien les consagró un libro en el año 1862.
Para hacer tales aseveraciones, Margaret Murray se inspiró en las tesis defendidas en La rama dorada (1911) por James George Frazer.
Con los nuevos poderes que han obtenido están obligados a realizar maldades, dirigidos por su bruja maestra.
Son brujos graves, expertos en específicos menesteres malvados, con amplia experiencia brujeril perversa, de los que ha recibido el demonio gran contento.
[44] Hacia el fin del siglo XV, numerosos europeos instruidos creían que las brujas existían, y que ellas corrientemente practicaban actividades diabólicas, como por ejemplo la magia negra o el mal de ojo.
[26] En esa época, esas personas creían, pues, que todas las brujas o casi todas ellas hacían un explícito pacto personal con el diablo, y que este pacto o acuerdo personal con el propio satanás, daba a la bruja en cuestión el poder de desarrollar maleficios, permitiéndole entrar al servicio del maligno.
Luego de esta ceremonia, el diablo aplicaba entonces una marca (un estigma) sobre la bruja rebautizada; esta creencia estaba muy extendida en las clases dominantes y cultivadas de la época citada, incluso con bastante más fuerza que en las clases bajas.
Poseen una representación gráfica, gracias al diario de la médium y vidente inglesa Sarah Stewart Watson, que en 1820 reveló que 8 símbolos mágicos le fueron revelados para darlos al mundo, cuando llegue el momento del cambio de pensamiento en la humanidad.
Dicho diario pasó por muchas manos durante casi un siglo, hasta que fue encontrado en un anticuario por una miembro de un coven inglés, practicante de la wicca Gardneriana, quien lo obsequió al líder del Coven Gerald Gardner.
Las nombradas debían acudir rápidamente hacia los lugares de reunión, que en general se escogían en lugares apartados; y era suposición generalizada que las brujas utilizaban el poder del diablo para desplazarse rápidamente.
En ciertos casos especiales, las brujas se servían de un ungüento mágico para poder volar.
[51] Pero la creencia más extendida, era que las brujas utilizaban una escoba para ir volando de un lado a otro.
Los fieles a la diosa Diana, la deidad romana de la Luna, creían que ciertas mujeres podían volar las noches de plenilunio, cuando Diana estaba presente, y esa capacidad la desarrollaban utilizando una droga con base en un ungüento.
[51] Según ciertos especialistas,[51] ese ungüento se preparaba mezclando hyoscyamus, belladonna, mandrágora, cicuta, nenúfar, y además agregando un narcótico.
Las mujeres que se embadurnaban el cuerpo con este ungüento pronto entraban en trance, dando la impresión de haber sido transportadas al sabbat, y de esta historia precisamente viene la leyenda del ungüento mágico.
[52] Las brujas vivían rodeadas de sus animales favoritos, los que las servían aportando ciertas y determinadas ayudas mágicas.
Paul Sébillot señalaba que se podía reconocer a una bruja que iba al sabbat porque siempre tenía « un pequeño sapo sobre la parte blanca del ojo o sobre la pupila, o en un pliegue de la oreja».
Esto ha llevado a nuevos movimientos, algunos de los que se conoce como wicca.