Los romanos de la Antigua Roma admiraban la pintura griega tanto como la escultura, y animaban a los artistas que trabajaban para ellos a hacer copias de obras griegas, especialmente famosas o populares.En el Egipto romano se descubrió una excelente colección de retratos sobre tabla, realizados para ser colocados sobre las momias.No obstante, y en general, el mosaico es usado sobre todo para suelos, siendo en época bizantina cuando sustituya a los frescos en los muros.Todo ello, aunque no sale del género decorativo, refleja el espíritu de una sociedad bulliciosa, elegante, frívola y voluptuosa.Como las casas romanas tenían pocas ventanas al exterior, los muros interiores tendían a ser continuos, y el Primer estilo busca enfatizar esta unidad creando ambientes integrados.[1]El Segundo estilo, llamado «arquitectónico,» floreció con relativa rapidez a partir del Primero, hacia el año 80 a. C., aunque los ejemplos precursores datan del siglo III a. C. y se extienden por una amplia región desde Etruria hasta Asia Menor, donde se utilizaba en los palacios helenísticos para mostrar la riqueza de los grandes personajes.Aunque fuertemente figurativo, la influencia arquitectónica que recuerda al estilo anterior se revela en el modelado muy estatuario de las figuras, con un diseño seguro y de gran calidad pero algo rígido, que acentúa su carácter monumental y racionalmente organizado.[10][11] Las escenas en perspectiva ya tienden a no «perforar» las paredes, el efecto de profundidad se aplana, confiriendo sólo una modesta expansión virtual al espacio real del entorno.Por otra parte, el espectador ya no necesitaba abarcar el conjunto de una sola vez, como se esperaba en la época anterior, y podía disfrutarlo en un itinerario progresivo, como si paseara por una galería de cuadros enmarcados, aunque los propios marcos siguieran siendo ficticios, pintados directamente en la pared.También cambió la simbología que rodeaba al poseedor de una villa elegante, y lo que se pretendía entonces era mostrarlo como un conocedor del arte culto y discreto, ya no como el patricio exhibicionista de la época tardo-republicana.Las escenas se redujeron a pequeños paneles centralizados, enmarcados por elementos de arquitectura fantasiosa, incluso extravagante e irracional, subdivididos en zonas compartimentadas, enriquecidas con nuevos motivos —guirnaldas, candelabros, tirsos— elaborados en un tratamiento lineal de gran atención al detalle.También fue importante en el Tercer estilo la reafirmación de la figura humana, que en la siguiente fase sería muy explotada.[15] El periodo en que este estilo se utilizó en Roma del año 15 a. C. al 40 d. C., aproximadamente, y en Pompeya del año 15 a. C. al 62-63 d. C.[16] Finalmente, el Cuarto estilo apareció hacia el año 45 d. C. y, aún más que su predecesor, solo puede definirse a través de la palabra eclecticismo, recuperando elementos de estilos anteriores y elaborándolos en nuevas configuraciones.No obstante, una breve descripción de estos tipos puede arrojar una luz auxiliar para la comprensión del Cuarto estilo polimorfo.[25] Los retratos merecen un comentario aparte porque eran un elemento importante en el sistema religioso y social romano.Sin embargo, en la época de Plinio, las prácticas conmemorativas empezaban a perder fuerza en la metrópoli, aunque todavía sobrevivían en las provincias.[26][29][30] Debido a su importancia para la pintura occidental hasta nuestros días, conviene tratar con más detalle el género del paisaje, que floreció notablemente entre los romanos a partir del reinado de Augusto.Flavio Josefo describe un ejemplo de pintura triunfal ejecutada con motivo del saqueo de Jerusalén por Vespasiano y Tito, diciendo que «incluso se representó el incendio del templo, y las casas cayendo sobre sus propietarios».Sin embargo, sólo tenemos información detallada sobre la técnica de la pintura mural que dejaron Plinio y Vitruvio en sus escritos.[35] Por último, hay que referirse a la ilustración de los manuscritos, conocida como iluminación.Esta práctica, que consistía en la aplicación de pigmentos (generalmente en la técnica del temple) sobre pergamino, estaba ya muy extendida en el helenismo tardío.Otra es del V o VI, en una copia de la Ilíada, pero su estilo sugiere una inspiración en fuentes más antiguas.[5][9] Para la composición de las pinturas murales, los romanos revelaron la misma inclinación ecléctica que mostraron en otras artes.Gran parte de la crítica estética hasta el primer Imperio se dedicó, según Clarke, a descubrir los mejores métodos para una buena imitación de los modelos establecidos, una búsqueda que tenía un fundamento tanto ético como estético.En los techos, la cubierta abovedada se popularizó, dando lugar al desarrollo de esquemas pictóricos basados en diagonales o en geometrías más complejas, con bellos ejemplos en la Casa de las Cúpulas Pintadas, en Ostia, del siglo III.En primer lugar, porque en sus inicios no eran más que bosquejos creados por un grupo pequeño y generalmente inculto con escasos recursos artísticos, pero también porque el cristianismo primitivo compartía gran parte de la aversión judía a la creación de imágenes.Por ello, nos pareció una obra útil embellecer alegremente las casas de (San) Félix con pinturas por todos lados...».[50] Además, en ocasiones esta religión se enfrentó a persecuciones que impidieron un florecimiento artístico, e incluso cuando fue oficializada por el imperio los cristianos más distinguidos seguían apreciando la cultura clásica y sus modelos formales derivados del paganismo.No es de extrañar que en la imaginería paleocristiana, Cristo pudiera ser representado del mismo modo que Apolo, el dios del sol, iluminando el mundo, como Orfeo pacificando a las «bestias» (paganos) con su «música» (doctrina), o como un filósofo clásico enseñando a sus discípulos los secretos de la nueva filosofía.Los ejemplos excavados provocaron un importante debate, sobre todo en Francia —donde dominaba la pintura rococó—, en torno a sus cualidades austeras y objetivas, que se consideraron un remedio para los supuestos defectos de frivolidad y sensualidad de la escuela imperante, convirtiéndose en un elemento importante en la constitución de la pintura neoclásica, cuyo marcado historicismo rayaba a menudo en la exactitud arqueológica.
Detalle de un mural en la Villa de Ariana, en el primer estilo tardío o de transición.
Castellammare di Stabia
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Detalle del mural de estilo primitivo. Pompeya....