Los vestigios de su arte así lo confirman, porque están dedicadas casi en exclusiva a la creencia del más allá.
La composición de estos frescos presenta mucho movimiento, con una armonía cabal y estilizada, con formas simples.
El estilo era marcadamente bidimensional, estilizado (formas delineadas en negro), más de colores vivos y atmósfera jovial.
Los colores preferidos en la pintura por los etruscos fueron el rojo, verde y el azul, al parecer porque les asignaban connotaciones religiosas.
Desde mediados del siglo IV a. C., el claroscuro empezó a usarse para representar la profundidad y el volumen.