Desde producciones locales fruto de artesanos anónimos que surten una demanda muy próxima, fabricadas con técnicas y formas de la tradición local, hasta lujosas y sofisticadas vajillas con influencias helenísticas y orientales salidas de afamados talleres altamente especializados que firman sus productos y los difunden por los más apartados rincones del orbe romano.
Este fenómeno abarca un dilatado espacio cronológico, que comprende desde época republicana, con producciones como las campanienses, herederas directas de las cerámicas áticas y etruscas, que se remontan al siglo IV a. C., hasta el fin del Imperio con manufacturas que prolongan su tradición a lo largo de toda la tardoantiguedad hasta los albores de la Edad Media, es decir más de 1000 años de historia.
Tal diversidad técnica, formal, funcional, geográfica y cronológica va acompañada de una gran variedad decorativa que abarca casi todas las técnicas conocidas: pintura, incisión, escisión, bruñido, estampillado, burilado, barbotina o relieve aplicado y quizá la más difundida de todas, el moldeado, que da lugar a la primera producción en masa de la Historia, la terra sigillata.
Su presencia en la vida cotidiana era tan constante como el plástico en la nuestra.
Tan vasto mercado condujo a una ingente y permanente demanda provocando que la actividad alfarera llegara a ser la mayor industria manufacturera de la época.