[1] Este proceso alfarero, denominado vitrificación (o vidriado), se consigue con un barniz a base de plomo u otras sustancias, también llamado ‘frita’, marzacotto, etc.[2] Aunque algunas fuentes atribuyen su invención a la China del siglo III a. C., y su llegada a Occidente a la antigua Roma, hay testimonios anteriores en el Antiguo Oriente Próximo, como la fayenza egipcia (Cultura Naqada 3500-3200 a. C.), o la cerámica de Babilonia (Puerta de Ishtar, del siglo VI a. C.).
El uso de cerámica vidriada para embellecer los muros se empleó en el arte islámico desde la Edad Media, dando origen a los azulejos.
Como la arcilla contiene sílice, al entrar en contacto con el óxido de plomo se fusiona y aparece en toda la superficie una película vidriosa transparente.
La masa resultante servía para cubrir el objeto de barro y darle el acabado.
Como el barniz plumbífero tiene un coeficiente de dilatación superior a la propia terracota (barro cocido), pueden aparecer pequeñas fisuras que podrían filtrar los líquidos contenidos por el recipiente, lo que en muchas ocasiones hace que los alimentos introducidos en las vasijas vidriadas se enrancien formando sales de plomo muy venenosas.