Paulino de Nola

Sus estudios fueron encargados a un amigo de su padre, el poeta Ausonio, quien enseñaba en Burdeos.

Antes de estar en Capua, prefirió Nola donde se venereba a San Félix.

En el 393 Paulino se estableció en Barcelona, y durante una misa celebrada en la fiesta de Navidad, los fieles lo invocaron diciendo: “¡Paulino sacerdote!”.

Durante su estadía en Toscana, él y su mujer decidieron dedicarse completamente a la vida monástica.

Una leyenda hagiográfica narra que la curación se debió a un milagro, obra de san Félix.

Paulino vendió caritativamente todos sus bienes para rescatar a los prisioneros, incluida la cruz episcopal.

Cuando se quedó sin nada más, ofreció su propia persona a los invasores para rescatar al único hijo de una viuda.

Llegado a África, fue vendido como esclavo, convirtiéndose en el jardinero de su señor.

Hasta casi la media noche reposó un poco, pero después el dolor en el lado izquierdo, unido a aquel de las punturas de fuego, probablemente del herpes zóster, lo levantó y, hasta las cinco respiró penosamente.

Fue sepultado según su deseo: estar junto a la tumba de san Félix.