Las dificultades económicas empujaron al padre de Ayala a aceptar un puesto en una naviera británica con sede en Madrid.Durante la guerra civil, Ayala desempeñó diversas tareas para el gobierno de la República, primero en Madrid y después en Valencia.La guerra tuvo unas consecuencias terribles para la familia de Ayala, tal como cuenta él mismo en sus memorias: Tras un periplo que lo llevó por Francia, Cuba y Chile, Ayala se instaló con su familia en Buenos Aires, y muy pronto comenzó a publicar artículos en el diario La Nación.[8] En 1940 fue contratado por la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe) para impartir unos cursos de Sociología, pero su principal desempeño durante este periodo en Argentina fue como editor y traductor.[9] En esta nueva etapa vital, Ayala retomó la escritura de ficción: en 1939 publicó en la revista Sur «Diálogo de los muertos», que diez años después formaría parte del volumen Los usurpadores.La isla vivía un momento histórico crucial, inmersa en el proceso constituyente que conduciría a su declaración como Estado Libre Asociado.Al igual que en Argentina, el escritor granadino se relacionó con los exiliados españoles que habían recalado en Puerto Rico, como José Medina Echavarría, Federico de Onís, Aurora de Albornoz, Ricardo Gullón o Juan Ramón Jiménez.[12] En esta etapa Ayala disfrutó de una estabilidad económica y laboral que le permitió proseguir con su carrera literaria.Instalado en Madrid, Ayala se reintegró con facilidad en la vida cívica y cultural española.Un año después, ingresó en la Real Academia Española, donde ocupó hasta su fallecimiento el sillón Z mayúscula.En 2006 Ayala asistió a los actos y homenajes que se celebraron con motivo de su centenario.En ambas obras se aprecia claramente su profundo conocimiento de la tradición literaria española, desde Cervantes y la picaresca hasta el realismo galdosiano.También en 1949 dio a la imprenta La cabeza del cordero, conjunto de narraciones que se centran en la guerra civil.[30] Coincidiendo con sus primeros años como profesor en Estados Unidos, Ayala vuelve a la novela con Muertes de perro (1958).Si bien es cierto que se desarrolla en el mismo país una vez restablecida la democracia, y que su protagonista ya aparecía, aunque de manera anecdótica, en la misma, en El fondo del vaso cambia la situación política y cambia también el tono, más cercano a la sátira humorística que a la denuncia social.José Lino Ruiz, el protagonista, es un narrador muy del gusto ayaliano, “un pobre hombre cuyas vilezas iremos descubriendo a lo largo de su propio relato”.[34] Articulado en torno a dos secciones –“Diablo mundo” y “Días felices”– este libro poliédrico tiene como temas principales, según la hispanista Carolyn Richmond, el tiempo y el yo del Ayala creador.Le interesa ver lo esencial de la condición humana, sorprendido desde distintas perspectivas y circunstancias.[40] Entre estos títulos destacan El problema del liberalismo (1941), Historia de la libertad (1943), Razón del mundo (1944), Los políticos (1944) y sus dos grandes monografías sociológicas, el Tratado de sociología (1947) y la Introducción a las ciencias sociales (1952).El Tratado, publicado originalmente en tres volúmenes por la editorial Losada, se convirtió rápidamente en un manual de referencia en el mundo hispano, pues era la primera exposición sistemática de la disciplina sociológica en nuestra lengua.Tras la publicación de la Introducción, su sociología se hizo más difusa, menos sistemática (Ribes, 227).Nunca había dejado Ayala de lado la realidad española; desde su primera visita en 1960 trató de tomar el pulso en primera persona a la sociedad española, paralelamente a sus reflexiones sobre la historia más reciente del país.Como indica la profesora Estelle Irizarry, en sus estudios literarios Ayala muestra un interés constante por cuestiones de estilo, técnica y forma, y aunque no desdeña en su producción teórica géneros como el teatro o la poesía, será la novela su principal área de trabajo.[47] Ayala dedicó sus ensayos críticos a Cervantes, El Lazarillo, Quevedo, Unamuno, Galdós y Machado.Durante la segunda mitad de los años veinte sus textos en publicaciones como La Época, El Globo, Revista de Occidente o La Gaceta Literaria versaban principalmente sobre cuestiones culturales; así, eran habituales las reseñas literarias o alguna que otra crítica teatral y cinematográfica firmadas por Ayala.Otras publicaciones periódicas acogerían los textos sociológicos del autor, como las revista La Ley, Argentina Libre, Pensamiento español o Cuadernos Americanos.Retornado del exilio a los setenta años, Francisco Ayala inicia sus colaboraciones en periódicos y revistas de la capital española.Será frecuente su firma en las páginas de los diarios Informaciones, El País y ABC, o en revistas como Saber leer.En la época de su estancia en Berlín, en 1929, hizo Ayala su primera traducción, en colaboración con Beate Hermann: un relato alemán que acabaría por publicarse en la revista argentina Síntesis.Al poco de llegar a Buenos Aires, tras la guerra, se ocupó como traductor para la editorial Losada.
Francisco Ayala (a la derecha) durante su estancia en Berlín en 1930.
Francisco Ayala frente a la Casa Rosada. Buenos Aires, 1940.