Guerra franco-española (1635-1659)

Tras el ascenso de Luis XIII al trono, las relaciones entre ambas naciones volverían a ser tensas.Dado el contexto geopolítico a principios del siglo XVII, los gobernantes franceses podían entender que Francia estaba rodeada por territorio español y deducir que esto suponía una amenaza para su supervivencia, o en todo caso, una limitación de la posibilidad de ampliar sus fronteras a costa de vecinos más débiles.Agobiada por los problemas interiores (guerra intermitente con los hugonotes), no pudo Francia intervenir en el exterior con decisión hasta imponerse a los disidentes religiosos (asedio de La Rochelle, 1628).El conflicto, tras la intermediación papal con la Paz de Monzón (1626), se apaciguó pero no concluyó.Una nueva etapa del camino que unía Milán y Bruselas, y una nueva piedra en el muro que encerraba a Francia, vinieron a incorporarse cuando en 1620, reclamado por el emperador, un ejército al mando de Ambrosio Spinola partió de los Países Bajos rumbo al Palatinado Renano o Bajo Palatinado, para dividir las fuerzas que Federico V del Palatinado pudiese reunir en la defensa de su recién adquirida corona electoral de Bohemia.En el norte de Italia existían pequeños Estados diseminados entre los más importantes estaban Génova, Venecia, Saboya y la Lombardía bajo dominio español.Entre ellos se encontraban los ducados de Mantua y Montferrato, que aunque sin continuidad geográfica, pertenecían a la misma casa.Tomando en enero Tréveris, Espira, Landau in der Pfalz y Philippsburg.Incluía el acuerdo la división de los Países Bajos bajo dominio español entre ambos países, dados dos supuestos: que existiera o no por parte de la población un alzamiento general contra Felipe IV.En el segundo caso, se puede asimilar la división del territorio a las dos zonas lingüísticas en que queda dividida la actual Bélgica.Los tercios españoles, comandados por el Cardenal-infante Fernando de Austria, tras repeler un ataque francés en Flandes, invaden Francia, derrotando sucesivamente a las tropas francesas en La Capelle, Le Catelet, Vervins y Corbie, llegando hasta las puertas de París.[3]​ El archiduque recuperó buena parte del territorio arrebatado por Francia durante la década anterior, si bien tuvo tensas relaciones con sus subordinados.[5]​ La rebelión en Francia dio la errónea impresión de recuperación española, que duró tanto como las disputas intestinas francesas y hasta la nueva guerra con Inglaterra, que evidenció la decadencia hispana y, especialmente, la debilidad naval.La prioridad que la corte madrileña dio a la recuperación de Barcelona imposibilitó grandes campañas contra Francia, pese a que la Fronda había mejorado notablemente el equilibrio en favor de Felipe IV.[12]​ El Gobierno madrileño se planteó sufragar una expedición estuardo a Escocia para desviar la atención inglesa y reducir la presión en Flandes, plan al que se opuso infructuosamente Juan José de Austria, que prefería destinar el último dinero recibido a intentar recuperar Mardique y proteger Dunquerque.[13]​ Madrid se negó y la campaña de 1658 resultó desastrosa para los españoles.[12]​ Los anglofranceses habían vencido días antes a las fuerzas españolas en la batalla de las Dunas.La desastrosa situación española en los Países Bajos y el reciente revés en Portugal hicieron que Madrid se aviniese por fin a firmar la paz con Francia.[15]​ La situación había cambiado ya en 1658, tras el nacimiento de Felipe Próspero (1657) y Fernando Tomás (1658).
Batalla naval de Guetaria 22 agosto de 1638 . Autor Andries van Eertvelt