[3] El emperador extendió la guerra y cambió su naturaleza al privar a Federico de sus territorios hereditarios, puesto que esta acción suponía una eventual amenaza para otros príncipes alemanes.
El soberano sueco firmó una alianza con Bogislaw XIV, duque de Pomerania, asegurando sus intereses en la región frente a la República de las Dos Naciones católica, rival báltica con vínculos familiares y religiosos con Fernando.
Los suecos expulsaron a los imperiales, pero esto apenas significó sustituir un grupo de saqueadores por otro; Gustavo Adolfo no podía sostener a su gran ejército y sus soldados, sin pagas ni alimentos, quienes se volvieron cada vez más levantiscos e indisciplinados.
Gustavo Adolfo reaccionó atravesando Brandeburgo hasta Bärwalde, a orillas del Óder, donde sentó el real.
Aseguró así la retaguardia antes de marchar hacia Magdeburgo, al tiempo que enviaba una señal clara a los reunidos en Leipzig.
Richelieu pretendía utilizar a Suecia contra España en Alemania y para ello despachó en 1629 a Hercule de Charnacé al Báltico, con la misión de negociar un tratado con el rey sueco.
Las negociaciones avanzaron despacio; De Charnacé pronto se dio cuenta de que el monarca sueco tenía demasiada personalidad para ser un mero peón francés y aconsejó tratarlo con prudencia.
[11] Esto hubiese desbaratado las bases de la política exterior francesa, y por ello Luis XIII rehusó ratificar el trato, lo que originó tensión entre Richelieu y la reina madre, María de Médici.
En la práctica, esto requería que Baviera y la Liga se mantuviesen efectivamente neutrales y, como Richelieu señaló a Maximiliano, la mera presencia de Tilly en Magdeburgo ya suponía una infracción de la neutralidad.
Esto le hizo cada vez más independiente del control francés; su pujanza concluyó únicamente con su muerte en Lützen en noviembre de 1632.