Desde 1814 en adelante, la Argentina se había visto sacudida por una serie de guerras civiles que enfrentaron al partido federal con el centralismo, en general identificado con los gobiernos porteños.Esta situación privó al país de un gobierno central —en forma casi permanente— desde 1820.En 1839, y en mayor medida a partir de 1840, una cruel guerra civil sacudió al país, afectó a todas las provincias —algo que nunca había ocurrido en tal medida— y costó miles de víctimas.[9] Los defensores de Montevideo estaban solos, y la ciudad no resistiría mucho más.Para aumentar la presión sobre la ciudad sitiada, Rosas prohibió todo tipo de comercio con Montevideo, tolerado hasta entonces.Ante la actitud hostil del Imperio, Rosas se preparó para la guerra: envió tropas a Urquiza y lo nombró jefe de un Ejército de Observación para tomar parte en una nueva eventual guerra contra el Brasil.Urquiza no se movió hasta asegurarse la provisión de lo único que le faltaba: dinero.[14][15][n 3] La prensa porteña reaccionó indignada por esta "traición"; todos los demás gobernadores lanzaron anatemas y amenazas públicas contra el «loco, traidor, salvaje unitario Urquiza».La ayuda brasileña se pagó cara: el Imperio forzó al nuevo gobierno a aceptar tratados por los cuales el Uruguay cedía una gran franja de territorio en el norte del país; ese territorio estaba ocupado por ganaderos brasileños, protegidos por fuerzas brasileñas, pero hasta entonces era reconocido como parte del Uruguay.[17] Otros 10 000 hombres quedaron de reserva en Colonia del Sacramento[17] (llamado Ejército Chico).Durante su ausencia, el coronel Hilario Lagos había salido de Entre Ríos con las tropas que allí tenía Rosas.El Imperio concedía un crédito de cien mil patacones (Réis) para financiar la guerra, cifra que se reconocía como deuda de la Nación Argentina, dos mil espadas más las municiones y armas que hicieran falta.Pero las tropas santafesinas se sublevaron; de inmediato, Urquiza envió hacia allí a Domingo Crespo, que asumió como gobernador.Las tropas rosarinas de Mansilla se sublevaron y se pasaron a Urquiza, de modo que —con lo que les quedaba— Echagüe, Pacheco y Mansilla debieron retroceder hacia el sur.La provincia de Santa Fe había sido tomada en forma tan pacífica como el Uruguay, y el general Juan Pablo López (hermano del difunto exgobernador y caudillo santafesino Estanislao López) se puso al mando de los santafesinos unidos al Ejército Grande.El gobernador se instaló en su campamento de Santos Lugares, dando órdenes burocráticas y sin decidir nada útil.Pacheco, cansado de un jefe que arruinaba sus esfuerzos, renunció al mando del ejército y se retiró a su estancia sin esperar respuesta[20] usó como pretexto el estar enfermo[21] el 1 de febrero dijo:[22][25] Entre sus jefes se encontraban notorios argentinos, como los futuros presidentes Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento.Este es el deber que os impone en nombre de la Patria vuestro general y amigo.Una vez que los dos flancos cedieron, sólo el centro continuó la batalla, reducida a un duelo de artillería y fusilería.Como se le terminaron las balas, este mandó recoger los proyectiles del enemigo desparramados alrededor y disparó con estos.Cuando no hubo nada más que disparar, la infantería brasileña pudo avanzar, marcando el fin de la batalla.[28] Poco después se nombró al presidente del Tribunal Superior de Buenos Aires, Vicente López y Planes, como gobernador interino.No obstante, el proceso de organización nacional no se puede considerar cerrado, como temprano, hasta 1880, ya que hasta esa fecha continuaron generándose sucesivas guerras civiles en el país.