De hecho, en una memoria contemporánea al bloqueo Pedro de Angelis señaló como principal motivo del bloqueo el apoyo francés a Santa Cruz,[1] apoyo que tendría razones que distintos autores entienden como comerciales[2][3] o ideológicas, por una sintonía monarquista entre Santa Cruz y la corona francesa.
En la guerra civil chilena de 1829-1830 que enfrentó a los Pipiolos (liberales) con los Pelucones (conservadores), mantuvo estrechos contactos con los primeros.
En otros países se alzaron también protestas contra las «exageradas y arrogantes exigencias del gobierno francés para hacer pagar a su cónsul una indemnización que se consideraba el fraude más escandaloso», como fue reflejado en El Lucero de Buenos Aires.
El 30 de noviembre arribaron a Buenos Aires y ese día Roger presentó sus reclamaciones.
[17] Rosas siguió negándose a tratar estas cuestiones con Roger, manteniendo su exigencia de que se acreditara debidamente.
El 28 de febrero se sumó a la escuadra la corbeta Camille (capitán Guillevin) y pronto otros cinco navíos.
Ese mismo día Roger regresó a Buenos Aires y solicitó una entrevista con Rosas al general Guido, adelantándole la situación.
El 24 de marzo de 1838 Leblanc se trasladó a Buenos Aires con su nave insignia, la corbeta Expeditive, y tras una conversación con el ministro inglés John Henry Mandeville presentó nuevamente sus exigencias al gobierno, otorgándole dos días para que las considerara.
Estas eran, en resumen: El cónsul británico aconsejó a Rosas que comunicara que, de hecho, no había en ese momento franceses en servicio (esto era reconocido por el propio Roger) y ofreciera explicaciones sobre las otras reclamaciones.
El 4 de abril Roger comunicó a Molé la medida adoptada para La respuesta en Francia fue entusiasta.
No sólo la prensa chauvinista sino incluso la más sobria apoyaba las acciones dispuestas por El bloqueo francés combinó, en realidad, una operación de carácter puramente militar sobre el puerto de Buenos Aires y una acción política sobre los gobiernos provinciales ubicados sobre las márgenes del curso inferior del río Paraná, con acciones tendientes a organizar un frente político y militar que reuniera a los enemigos de Rosas.
A esos efectos, se estrecharon los contactos entre los diversos actores, muchas veces con intereses y posiciones políticas divergentes.
Estas propuestas fueron rechazadas por el nuevo ministro de relaciones exteriores, Felipe Arana, como ignominiosas.
Tras dejar a cargo de la isla a los riveristas, Daguenet trasladó a los prisioneros a Buenos Aires y los liberó en razón de «que no deben ser retenidos por su heroico comportamiento», haciendo llegar a Rosas una carta recomendando al comandante argentino por «los talentos militares del bravo Coronel Costa, Gobernador de esta isla, y de su animosa lealtad hacia su país... la increíble actividad... y las sabias disposiciones tomadas por este oficial superior» Al combinarse el conflicto con Francia y con la guerra civil que se expandía por las provincias, Rosas no pudo ya negociar, por cuanto cualquier concesión aparecería como impuesta por sus adversarios.
Rosas optó por bloquear todas las iniciativas de sus enemigos interiores, pero también por evitar cualquier acción ofensiva contra las fuerzas francesas, mientras fortalecía los lazos con Londres.
Ese mismo mes el almirante Guillermo Brown fue sacado del retiro en que se encontraba desde 1830.
Se justificaba la medida ante la necesidad de combatir a la escuadrilla riverista compuesta por los buques Loba, Eufrasia y Pailebot.
Francia y Rivera contaban con poder sumar a la alianza a Juan Felipe Ibarra, gobernador de Santiago del Estero, así como lograr el poder en Entre Ríos, Córdoba, Catamarca, Mendoza y otras provincias.
Cullen fue enviado a Buenos Aires por el gobernador de su provincia, su concuñado Estanislao López, supuestamente para lograr un acercamiento con Francia.
Ya antes de llegar fue elegido gobernador, pero al conocerse sus negociaciones con los franceses su posición se hizo insostenible.
[28] Simultáneamente, el coronel Pedro Nolasco Rodríguez, jefe de la oposición cordobesa exiliado en Catamarca, marchó hacia Córdoba.
Pero, al igual que los restantes movimientos, fracasó ante la falta del apoyo directo comprometido por Rivera y de coordinación entre los sublevados.
Francia envío cinco naves aguas arriba del Río Paraná para apoyar el pronunciamiento de Corrientes y presionar al gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe, a adoptar similar posición, pero Echagüe mantuvo su lealtad.
Aprovechando la ofensiva de Echagüe, en el mismo mes de julio el general unitario Juan Lavalle, que había estado formando en Martín García una fuerza expedicionaria, la Legión Libertadora, con la que se disponía a dirigirse a Buenos Aires para apoyar una sublevación, decidió desembarcar en Entre Ríos.
La Gaceta Mercantil publicaba el 9 de enero de 1839 correspondencia originada en Montevideo donde se afirmaba: La mención a la revolución en la ciudad hacía referencia a una conspiración surgida en una fracción escindida de la Asociación de Mayo, fundada por Esteban Echeverría en 1837, y que contaba entre otros miembros a Carlos Tejedor, Jacinto Rodríguez Peña, José Barros Pazos, Carlos Eguía, Benito Carrasco, Carlos Lamarca, Santiago Albarracín, Pedro Castellote, Diego Arana, José María Lozano, Jorge Corvalán y José Lavalle.
[34] Tras algunas amenazas en su contra proferidas por la prensa oficialista y la Mazorca, sus dirigentes terminaron partiendo al exilio.
Rosas suspendió la renovación de los contratos y exigió la entrega o compra por sus arrendatarios a corto plazo.
Tras la oposición inicial, apoyada sea en la oportunidad o en la prudencia, Rosas se vio fortalecido al ubicarse pronto en la posición de decidido defensor del orden, la soberanía, el honor y la integridad nacional.
Abundaban en la prensa frases como "¡Odio eterno a los parricidas unitarios, vendidos al inmundo oro francés!"
Asumieron sucesivamente como primeros ministros Jean de Dieu Soult y Adolfo Thiers, quienes — pese a ser del partido belicista — dieron un oportuno giro en su posición.