El general Lamadrid, con sus tropas unitarias marchó sobre La Rioja que se hallaba desprotegida y la tomó.
Entretanto, el Chacho Peñaloza rearmó su ejército en los Llanos, amenazando San Juan, y hostigando las poblaciones fronterizas entre ambas provincias.
Fue una sorpresa para ambos ejércitos, ya que no esperaban encontrarse tan pronto, ni en ese lugar.
La batalla duró dos horas, tras las cuales las tropas de Benavídez, cansadas, hambrientas y mal dormidas fueron derrotadas.
Aldao continuó avanzando, seguro en la superioridad numérica de sus fuerzas, y se reunió con Benavídez, que había rearmado sus tropas.
Benavídez y Aldao tuvieron diferencias en cuanto a quién debía comandar el Ejército del Oeste.
Por su parte, Acha cargó al frente de sus infantes y se movió por toda la línea, apoyando con su presencia donde flaqueaban sus tropas.
Aldao, furioso por no haber podido vencer pese a la amplia superioridad numérica, rehízo velozmente los dos batallones de infantería y ordenó un nuevo ataque, sin dar tiempo a la caballería, que se hallaba dispersa, de rearmarse.
Por su parte, Benavídez se dirigió hacia la ciudad de San Juan, donde reunió 400 hombres, simulando haber triunfado.
La victoria unitaria fue efímera: días después, en la Batalla de La Chacarilla, Nazario Benavidez derrotaría a los combatientes unitarios sobrevivientes en Angaco, recuperaría la ciudad de San Juan y apresaría al general Acha, quien sería ejecutado poco tiempo después.
El general Lamadrid continuó su lento avance hacia la ciudad de San Juan y luego a Mendoza, que ocupó sucesivamente.
Perseguido primero por Benavídez y luego por el general Ángel Pacheco, fue definitivamente derrotado por este en la batalla de Rodeo del Medio, que terminaría con la resistencia unitaria por una década.
Las relaciones entre Aldao y Benavídez quedaron resentidas por la derrota; esto se agravó porque el segundo fue nombrado Jefe del Ejército Federal del Oeste al poco tiempo y ganó prestigio militar a pesar de la derrota.
Al respecto diría Sarmiento: En tanto que el general José María Paz la recordó como Teresa de Vargas, luego conocida como la difunta Teresa, figura de culto popular en Angaco, se desempeñó en las cercanías del frente, asistiendo a los heridos.
El mayor Melchor Aldao, sobrino del comandante federal, fue rechazado junto con su caballería, pero no se resignaba a retirarse.