José Félix Aldao

Fue también un eficaz gobernante, y su capacidad como líder militar llegó a ser legendaria, así como su crueldad, alimentada por la biografía que escribió de él Domingo Faustino Sarmiento, en gran parte novelada.Hizo toda la campaña de Chile, combatiendo en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú.En la campaña del Perú, fue elegido para dirigir operaciones de guerrillas en la Sierra: sublevó las poblaciones indígenas para quitar recursos a los realistas, apoyar al ejército patriota y hacer operaciones menores, con cientos de pequeñas batallas.En 1829 estalló la guerra civil, comenzando por Buenos Aires y Córdoba, donde el general unitario José María Paz derrocó a Juan Bautista Bustos, federal.Regresó rápidamente a Mendoza, donde firmó un tratado de paz con el gobernador, general Rudecindo Alvarado.Usó ese poder en una forma muy violenta, incluyendo contribuciones forzosas, azotes y penas de muerte a los unitarios.Varios jefes unitarios pidieron la muerte de Aldao a Paz, pero este lo mantuvo en prisión, mientras invadía las provincias que conservaban gobiernos federales, incluida Mendoza.Allí, el gobernador Corvalán y su hermano José fueron muertos por los indígenas entre quienes habían buscado refugio.Entre los jefes que acompañaron a Aldao, se contaron los futuros gobernadores de San Juan, Martín Yanzón y Nazario Benavídez.La persecución que siguió a la batalla, dirigida por Aldao, causó centenares de muertos entre los derrotados.[3]​ Este médico tenía las mejores intenciones, tal cual se puede leer en la historia clínica del caso.Pero carecía de la capacidad necesaria para tratar enfermedades graves: no administró ningún atenuante del dolor y además de extirpaciones del tejido tumoral visible y cauterizaciones químicas sólo prescribía dietas mínimas que debilitaban aún más a Aldao.No obstante, aún si Rivera hubiera tratado la afección desde el principio como un cáncer, en esa época la ciencia era totalmente ineficaz.