Se destacó por su coraje en las campañas posteriores, especialmente durante las batallas de Angaco, donde continuó dirigiendo a sus hombres aún gravemente herido en la cabeza y Rodeo del Medio.
Vivió pobremente en Chile y luego se enroló en el ejército de Bolivia.
Fue separado del mismo en 1845, por su complicidad con la incursión a Jujuy de los emigrados argentinos capitaneados por Anselmo Rojo.
Más tarde, desde Montevideo fue, de incógnito, a Paraná donde cayó enfermo.
Posteriormente, en 1852, sabedor del Pronunciamiento de Urquiza, resolvió derrocar al gobernador tucumano Celedonio Gutiérrez.