Las elecciones se llevaron a cabo en diciembre de 1944, resultando ganador el doctor Juan José Arévalo.
Se trató de una relación solo comparable a la que tendría con María Vilanova; José Manuel Fortuny sería su amigo más cercano.
[13] En 1947 el Dr. Arévalo, en compañía de un amigo y dos bailarinas rusas que estaban de visita en Guatemala, tuvo un accidente automovilístico en la carretera a Panajachel: cayó al barranco y quedó gravemente herido, mientras que todos sus acompañantes murieron.
[d][17] Arana había aceptado este pacto porque quería ser conocido como un «héroe demócrata» de la sublevación contra Ponce y creyó que el «Pacto del Barranco» garantizaría su posición cuando llegara el momento de las elecciones a presidente.
Arana era una persona muy influyente en el gobierno de Arévalo, y había logrado ser nominado como el siguiente candidato a la presidencia, por delante del capitán Árbenz, a quien se le dijo que por su corta edad —apenas 36 años en ese tiempo— no tendría problema en esperar su turno para las elecciones siguientes.
[18] La muerte del teniente coronel Francisco Javier Arana es de crítica importancia en la historia del país, pues fue un evento capital en la historia de la revolución guatemalteca: su muerte no sólo abrió las puertas a la elección del coronel Jacobo Árbenz como presidente de la república en 1950,[e] sino que también provocó una aguda crisis en el gobierno del doctor Arévalo Bermejo, quien se vio enfrentado contra un ejército que había sido fiel al mayor Arana, y a grupos civiles de derecha que aprovecharon la ocasión para protestar fuertemente contra su gobierno.
[21] Cuando Arana llegó al puente de La Gloria, un Dodge gris estaba parado allí obstruyéndole el paso.
[22] Los testigos presenciales nunca confirmaron cual fue el detonante de los disparos y si la intención había sido capturar a Arana como estaba previsto.
Aunque pareció que los aranistas iban a triunfar aquel 18 de julio, no lograron su objetivo porque carecían de un líder que los dirigiera contra las escasas fuerzas leales al presidente dirigidas por Árbenz, quien demostró mucha sangre fría y habilidad militar.
Somoza les dijo que saludaran a Ydígoras de su parte, pero no les dio nada, pues no creía que en esos momentos el ejército guatemalteco estuviera dispuesto a apoyar un golpe de Estado.
[44] En 1953 se graduaron cuatrocientos cuarenta maestros de educación primaria urbana y veintisiete de educación rural, cifras que si son comparadas con los ciento setenta maestros que se graduaron en 1944 representan un aumento del 259 %.
Finalmente, indicó que ya no había posibilidad de compromiso entre el gobierno arbencista y las élites guatemaltecas.
[i] Los terratenientes afectados recibieron un pago en bonos del Estado, según el valor fiscal de la propiedad reportado durante los tres años anteriores —en general cifras drásticamente subvaluadas por ellos mismos para reducir el pago impuestos al fisco— con una tasa anual de interés del 3 %.
Muchos estuvieron influidos por el comunista Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), aunque adquirieron dinámicas propias en los ámbitos locales.
Al mismo tiempo, muchos de los campesinos murieron también debido a la plaga, por lo que la fuerza laboral disminuyó.
[62] Los beneficios no fueron limitados únicamente a la clase trabajadora de los campos, se encontraban por primera vez desde el gobierno del capitán general Rafael Carrera[63] en una posición en la que eran tratados con respeto y dignidad.
Alemania, poderosa aunque esté derrotada, todavía está ocupada, y lo mismo ocurre con Japón —y nosotros también lo vamos a estar, nosotros pobres tontos que no producimos ni cohetillos pirotécnicos, mucho menos las municiones necesarias para una defensa decorosa—.»[82][83] La empresa frutera había reportado un valor bajo de sus propiedades ante el fisco guatemalteco, de modo que cuando se implementó la reforma agraria, la indemnización ofrecida estaba basada en esta información y no en el valor real de las propiedades; el gobierno del presidente Dwight Eisenhower consideró un atropello que el gobierno de Guatemala se basara en la información que la UFCO había proporcionado al gobierno guatemalteco para ofrecer la indemnización, y lo hizo saber a Árbenz mediante el embajador Peurifoy.
Ahora bien, los directivos de la United Fruit Company (UFCO) habían trabajado intensamente en los círculos del gobierno de Harry S. Truman y del general Dwight Eisenhower para hacerles creer que el coronel Árbenz intentaba alinear a Guatemala al Bloque Soviético.
La clase oficial, temerosa del ataque estadounidense, no quiso contraatacar y derrotar a la diezmada tropa de Castillo.
Árbenz convocó su gabinete para explicar que el ejército estaba en la rebelión y luego anunció su renuncia al pueblo guatemalteco.
[95] Durante estos sucesos, Hilda Gadea fue detenida y Ernesto Guevara se refugió en la embajada argentina, donde fue incluido entre los refugiados comunistas.
[107] El propio presidente nunca publicó nada al respecto; José Manuel Fortuny no fue claro sobre lo que pasó;[108] y otras memorias, como las de Alfonso Bauer Paiz y Paz Tejada, no explican la caída del presidente.
[95] Pero Díaz renunció a la presidencia pocos días después, y el poder terminó en manos del coronel Carlos Castillo Armas.
Árbenz no aceptó esa exigencia, pues a su juicio ese gesto habría marcado el fin de su carrera política.
Tal vez el destino del depuesto presidente habría sido otro si su patria de origen lo hubiera recibido en su exilio.
También habría sido el primer personaje latinoamericano importante en recibir asilo político en Suiza, pero una fuerte campaña de desprestigio desplegada por la CIA desencadenó una gran cantidad de ataques y difamaciones que minaron no sólo el prestigio, sino también la salud del presidente.
[124] Arabella entonces conoció al torero mexicano Jaime Bravo Arciga, quien en esa época se encontraba en el mejor de sus momentos como figura e iba a realizar una gira por América del Sur; a sus 33 años de edad, había triunfado en Europa y logrado un gran cartel en México.
Árbenz se marchó de Cuba para Suiza, estableciéndose en Lucerna, donde vivió solo y alcoholizado durante cuatro años, pues María Cristina Vilanova ya lo había abandonado llevándose a sus hijos.
El día de su muerte lo pasó en la más completa soledad, pues su esposa estaba de viaje en El Salvador atendiendo unos negocios familiares; solo se supo que su última conversación fue con José Manuel Fortuny, su amigo fiel en los éxitos y en los fracasos.
[129] El gobierno del presidente salvadoreño Armando Calderón Sol ofreció su colaboración para repatriar los restos de Árbenz.