[1] No hay constancia documental salvo por documentos regios posteriores a la toma de la decisión.
Se refiere a los tres estamentos que, tras el rey, estaban presentes en las Cortes Generales, según su influencia de poder.
Dentro de la nobleza navarra del siglo XIII existían tres escalones: Al principio la presencia era a título personal, pero posteriormente eran representativos.
Los infanzones fueron especialmente activos en el siglo XII, formando una Junta, con autorización real, para defender sus intereses.
Con Teobaldo I se creó una comisión para fijar por escrito los deberes y derechos de la nobleza.
Los distintos grupos sociales habían formado diversas juntas, hermandades o unidades con el fin de defender su estatus jurídico e incrementar su acción política.
Con la dinastía Champaña estas juntas evolucionaron y reivindicaban sus derechos frente al monarca, desconocedor de las costumbres del reino.
Para la segunda mitad del siglo XIV se «cuenta ya con unas Cortes ya sistematizadas.»[7] Los reyes y sus herederos juraban a los Tres Estados al inicio de sus reinados, como hizo Carlos II en 1350, Carlos III en 1390, Blanca y Juan en 1429.
En cuanto a las guerras, la petición de consejo, parece que era motivada para conseguir recursos monetarios.
Esta cantidad habla de la fortaleza adquiridad frente a la creciente debilidad nobiliar.
En general la situación geográfica, como criterio a la hora de elegir la sede, tiene una preponderancia mayor durante esta época bajomedieval y se puede observar en la tabla como el eje entre Pamplona-Olite (incluyendo a Tafalla) recibe el 67,77% de las reuniones (164).
Si este eje se alarga hasta Tudela, tenemos el 74,79% de las reuniones sobre esta imaginaria línea medular del reino.
[10]1 Los Arcos 1 Cortes 1 Cascante 1 Saint Palais 1 Burlada 1 Lumbier Las buenas villas participaban en las Cortes a través de representantes llamados procuradores, mandaderos, mensajeros y en ocasiones embajadores, al que se les otorgaban plenos poderes para acordar.
Según la capacidad económica, el número habitual era de dos, salvo núcleos fuertes como Pamplona, Estella y Tudela que nombraban cuatro procuradores, incluso más, y núcleos más pobres que enviaban a uno solo.
Hubo algunas ocasiones más solemnes, y puntuales, donde este número llegaba a los setenta-ochenta asistentes.
Sin embargo, tras 1451, con la división del reino en curso, en las respectivas Cortes que celebraba cada bando, la asistencia fue lógicamente menor.
Escuchadas tales solicitudes, según se registra documentalmente en 1442, los Estados solicitaban tiempo para sus propias deliberaciones, por separado, primero, y en conjunto, después.
En 1490, en Olite, se sabe que oyeron en palacio la petición real y estuvieron deliberando en la casa del Concejo.
[16] Una vez producida la Conquista de Navarra, pocos meses después las cortes serían llamadas a reunirse para pronunciarse sobre el nueva situación.
El nuevo monarca se comprometió expresamente a que la interpretación de los derechos se hiciera siempre en beneficio del reino, a no acuñar moneda sin consentimiento del reino; a hacer que los cargos y rentas navarras recayeran en naturales del reino y por último que los altos cargos de la administración y el mando de las fortalezas recayeran siempre en súbditos navarros.
Estas treinta y ocho buenas villas no superaba el 40% de la población total.
Autorizaban o rechazaban la recaudación solicitada por los monarcas, convirtiéndose en una imposición directa, aunque en teoría se suponía que era una donación voluntaria.
Así como la Corona de Aragón vio desaparecer sus sistema foral, en Navarra se mantuvo.
También se trató el donativo que Navarra debía entregar al Estado, así como el reparto de las cargas fiscales.
Tanto Liberales como absolutistas intentaron acabar con la legislación específica de Navarra, aunque por motivos diferentes.
Los primeros al pretender implantar una administración moderna que fuese racional y útil, con un Estado más homogéneo.
Los absolutistas, por su parte porque estaban de acuerdo en que todos contribuyeran a las cargas del Estado.
Por tanto previa a la primera Guerra Carlista los particularismos Forales eran rechazados, en mayor o menor medida por absolutistas y liberales.
Sin embargo, hasta finales del siglo XVIII no surge la idea de una sede permanente para ambas instituciones.
Tras la muerte de Franco en 1975 e iniciada la Transición Política a un sistema democrático, el Consejo Foral Administrativo de Navarra fue sustituido en 1979 por el nuevo Parlamento Foral que asumía sus funciones, siendo este órgano a diferencia del anterior elegido por sufragio universal.