Fray Raimundo fundó entonces una milicia cisterciense con la que se desplazó a Calatrava, y esta milicia acabaría dando lugar a la Orden Militar de Calatrava.
En 1161, se instaló una segunda comunidad cisterciense en Fitero, también procedente de l'Escaladieu, cuyo nuevo abad fue Guillermo.
San Raimundo, con el apoyo de Alfonso VIII, intentó recuperar su monasterio, pero no lo logró y falleció exilado en Ciruelos.
La iglesia se convirtió en parroquia a partir del siglo XVI, cuando el pueblo de Fitero crecía y necesitaba un lugar de culto donde poder asistir a todos los actos litúrgicos y recibir los sacramentos.
Tiene planta de cruz latina siguiendo el modelo de la iglesia madre francesa: tres naves con seis tramos, crucero bien diferenciado y cabecera con girola y cinco capillas absidales.
Está sustentada por grandes pilares cruciformes que llevan dobles semicolumnas adosadas en los frentes y columnillas en los codillos.
Está amueblada al estilo de la época con cornucopias, florones dorados y mesa rococó.
Es obra del siglo XVI, cuando Fitero tuvo necesidad de una parroquia que cumpliera con la liturgia y administrara los Sacramentos.
La leyenda cuenta que en una ocasión creció una zarza o espino (barda) que se metió por la vidriera y rodeó los pies de la imagen, perdiendo sus espinas.
La sillería está distribuida en dos órdenes y carece de ornamentación salvo en los brazos.
Su autor es Esteban Ramos, artista del siglo XVII que realizó algunas esculturas para procesiones.
Son destacables por su valor artístico e histórico las diversas arquetas que se conservan:
En el muro frontero, oriental, se ve el hueco de tres ventanas antiguas, abiertas al huerto de los monjes y que daban luminosidad a la sala.
Como la estrella de ocho puntas, cruces gamadas, marcas tipo caracol, etc. podrían ser cuadrillas itinerantes.
El monasterio es mencionado en el relato El miserere, de Gustavo Adolfo Bécquer, quien realizó alguna estancia en Fítero.