Por este motivo, Otto von Bismarck les hizo perseguir desde 1878 hasta su destitución por el Káiser en 1890, basándose en las Leyes Antisocialistas.
En los 43 años desde la fundación del Kaiserreich hasta la Primera Guerra Mundial, el SPD no solamente creció en importancia, sino que también cambió su carácter.
Sin embargo, la retórica revolucionaria ocultaba que el SPD se había hecho prácticamente reformista desde la derogación de las Leyes Antisocialistas en 1890.
Con el segundo presidente, Hugo Haase, 14 parlamentarios estaban en contra, pero votaron a favor por disciplina de la fracción.
Para los obreros, esto significaba, entre otras cosas, jornadas de 12 horas con salarios mínimos y provisiones insuficientes debido al bloqueo marítimo impuesto por Gran Bretaña.
Prometió que, una vez acabada la guerra, habría elecciones generales iguales (gleiche Wahlen) incluso en Prusia, donde hasta entonces se aplicaba el derecho al voto en tres clases (Dreiklassenwahlrecht).
Estos últimos demandaban el inmediato fin de la guerra y mayor democratización en Alemania, pero no tenían un programa social-político unido.
Ludendorff solicitó vehementemente un armisticio con la Entente porque no podía garantizar que el frente pudiera resistir más de 24 horas.
Por la tarde se les unieron soldados del ejército que el comando local había hecho traer de Altona para sofocar la revuelta.
Por esto nombró a Noske “gobernador” esa misma noche y este efectivamente terminó la revolución en Kiel al día siguiente.
Ya el 7 de noviembre, la revolución abarcaba todas las ciudades costeras, así como Hannover, Brunswick, Fráncfort del Meno y Múnich.
Para contar con ejecutivos comprometidos con la revolución y el futuro gobierno, los consejos pidieron enseguida solo la supervisión de las instituciones que antes habían estado en manos del mando general militar.
Friedrich Ebert estaba de acuerdo con Max von Baden en que debía evitarse una revolución social y mantenerse ante todo el orden del Estado.
Finalmente, Max von Baden, sin esperar la decisión de Spa, escribió un telegrama ese mismo mediodía indicando:
Al considerarse Ebert en lo posterior Canciller del Imperio, creyó haber encontrado un arreglo transitorio hasta que se designara a un nuevo monarca.
Karl Liebknecht, que había fundado el día anterior la Liga Espartaquista, se trasladó inmediatamente a Berlín nada más salir de la cárcel.
Por el contrario, esa misma noche tuvo lugar un suceso realmente revolucionario, que al final resultaría en vano.
Al igual que en lo relativo a la organización del Estado, los revolucionarios tenían también ideas dispares sobre el futuro orden de la economía.
Los empresarios garantizaban a cambio la introducción del día laboral de ocho horas, que los trabajadores habían pedido inútilmente ya hace años.
Ambos sectores formaron una Comisión Central para el Mantenimiento del Orden en la Economía (Zentralausschuss zur Aufrechterhaltung der Wirtschaft).
En Brunswick, Düsseldorf, Mülheim an der Ruhr y Zwickau también se apresó a todos los funcionarios leales al Emperador.
Sin embargo, se hizo claro que tampoco estas tropas tenían voluntad de seguir luchando.
Esto le convenía al presidente del SPD, que incorporó a los independientes (USPD) solamente bajo la presión de los acontecimientos revolucionarios.
Sin embargo, la mayoría del congreso se opuso violentamente en cuestiones tácticas inmediatas, como la participación en la Asamblea Constituyente y en el "parlamentarismo revolucionario".
Como en noviembre, se formó casi espontáneamente una segunda ola de la revolución, que esta vez fue sofocada violentamente.
Rosa Luxemburgo consideraba, como la mayoría de la dirección del KPD, que un levantamiento en ese momento era una catástrofe y se expresó claramente en contra.
Después de que los Freikorps evacuaran brutalmente varios edificios y hubieran fusilado según la ley marcial a los ocupantes, los demás se rindieron rápidamente.
Esa misma noche, ambos prisioneros fueron golpeados a culatazos hasta que perdieron el conocimiento y luego asesinados disparándoles cuando dormían.
También los partidos democráticos de centro, especialmente el SPD, tuvieron por mucho tiempo poco interés en juzgar detenidamente los acontecimientos que convirtieron a Alemania en una república.
Erich Ludendorff desempeñó un rol importante en divulgar esta falsificación de la historia, queriendo con ello ocultar su propio fracaso.