En el sentido estricto de la palabra, Alemania como Estado no existió hasta la fundación del Imperio alemán en 1871.
El imperio lideró a las Potencias Centrales durante la Primera Guerra Mundial (1914-18), que resultó con su derrota y partición por parte de los Aliados.
En el año 9 d. C., tres legiones romanas dirigidas por Varo fueron aniquiladas por los queruscos y su jefe Arminio en la batalla del bosque de Teutoburgo.
En ese momento estos pueblos iniciaron el período de las grandes migraciones que se extendió por varios siglos.
Al morir Luis en el 876, la Francia Oriental quedó dividida entre sus tres hijos: Sajonia (norte), Baviera (sudeste) y Suabia (sudoeste).
[5] Este evento marca el nacimiento del Sacro Imperio Romano Germánico (o su restablecimiento, según algunos historiadores).
La Iglesia reaccionó con la creación del Colegio Cardenalicio y la Reforma gregoriana promovida por el papa Gregorio VII.
[10] Federico cambió la estructura señorial en todo el Imperio, reorganizando al ejército y estableciendo nuevos impuestos para los nobles, movimiento que dio un fuerte empujón a la naciente economía monetaria.
En 1194, como resultado del matrimonio entre Enrique VI y Constanza I de Sicilia, el trono siciliano fue reclamado por los Hohenstaufen.
Así, toda Italia pasó a ser parte del Imperio, que alcanzó su máxima extensión territorial.
Este evento dio origen a la Reforma protestante, que actuó, en el ámbito político y sobre todo en sus orígenes, como factor cohesionador entre la multitud de principados alemanes y, en consecuencia, como factor determinante de lo que podría llamarse la «esencia alemana».
Estas se convirtieron en un bloque mucho más coherente con la absorción de Bohemia y la restauración del catolicismo.
Las sucesivas guerras del siglo XVIII habían debilitado al imperio hasta un punto de no retorno.
El Sacro Imperio —aunque más acertado sería simplemente referirse a Austria y Prusia— rápidamente se alió con Inglaterra para detener la revolución.
Las 39 divisiones establecidas por Napoleón fueron dejadas relativamente intactas en la nueva Confederación Germánica, facilitando la futura unificación de la nación.
La unión finalmente resultante supuso una decepción para una población que era cada vez más familiar con el concepto del nacionalismo patriótico.
Austria no pudo controlar la dirección económica de la Confederación, la cual empezó a ser encabezada por la pujante Prusia.
En la década de 1860 destaca la figura del canciller Otto von Bismarck, que favoreció en Prusia al ejecutivo contra el Parlamento.
Prusia intentó colocar en el trono español a Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, lo que significaría una abismal ventaja política contra Francia.
Esto resultó en el estallido de la guerra franco-prusiana en 1870, en la que la superioridad alemana se hizo rápidamente evidente.
Francia tuvo que pagar cinco mil millones de francos como indemnización y ceder la Alsacia-Lorena a Alemania.
Con la victoria sobre Francia, los estados del sur de Baden, Hesse-Darmstadt, Württemberg y Baviera finalmente se unieron a la Confederación.
Se inicia un período de gran desarrollo nacional alemán en todos los campos: economía, política y milicia.
A partir de este punto y durante las siguientes dos décadas se establecen los llamados "sistemas bismarckianos", que dominan la política europea.
El emperador será incapaz de continuar con las políticas implantadas por Bismarck, y Alemania se ve poco a poco en la incapacidad de mantener el equilibrio europeo, que para entonces era más que nunca la base del equilibrio mundial.
Según el plan original, Alemania atacaría primero al enemigo más fuerte, en este caso Francia.
[26] Tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, se constituye la República de Weimar (nombre historiográfico, puesto que el Estado siguió denominándose como Deutsches Reich).
Añaden que la Constitución weimariana funcionó notablemente bien durante el gobierno de Gustav Stresemann, entre 1924 y 1929.
Esta guerra no solo fue carácter económico-político, sino que sirvió para aplicar severas leyes racistas.
No solo se asesinaron seis millones de judíos, gitanos, rusos, serbios, polacos y otras etnias, sino que en los campos de concentración creados en todos los territorios conquistados se encerró a gitanos, deficientes mentales, homosexuales y disidentes ideológicos.