José Zorrilla

De 1840 a 1845, Zorrilla estuvo contratado en exclusiva por Juan Lombía, empresario del Teatro de la Cruz, en el que estrenó durante esas cinco temporadas nada menos que veintidós dramas.

[7]​ Pero su padre murió en ese mismo año y eso le supuso un duro golpe, porque se negó a perdonarle, dejando un gran peso en la conciencia del hijo (y considerables deudas), lo que afectó a su obra.

En 1852 la casa Baudry imprimió un tercer tomo de Obras poéticas y dramáticas.

Allí comenzaron a aquejarle ataques de epilepsia que ya lo acompañarían toda la vida.

Sin embargo, cuando Maximiliano I ocupó el poder como emperador de México (1864), Zorrilla se convirtió en poeta áulico y fue nombrado director del desaparecido Teatro Nacional.

[9]​ Los periódicos hervían de noticias sobre el poeta, considerado una gloria nacional.

[9]​ Hasta allí le llevaron una carta que su amigo el emperador Maximiliano I le enviaba desde México, disuadiéndole de volver a su lado: «La abdicación va a hacerse necesaria; evite Ud.

Allí se reasentó otra vez hasta abril de 1889, pero siempre haciendo giras.

En una carta a su gran amigo, el poeta José Velarde, y hablando de sí mismo en tercera persona, expuso su triste situación: El 14 de febrero de 1890 fue operado en Madrid para extraerle un tumor cerebral; la reina María Cristina se apresuró para concederle entonces la pensión dos meses después; pero el tumor se reprodujo y falleció en Madrid en 1893 en otra operación.

[15]​ Cultivó todos los géneros en verso: la lírica, la épica o narrativa y la dramática.

Hombre este despótico y severo, rechazó sistemáticamente el cariño de su hijo, negándose a perdonarle sus errores juveniles.

En Recuerdos del tiempo viejo, su autobiografía, habla de su afición al Tarot, sus alucinaciones, sonambulismo y epilepsia.

De su carácter ha dicho su biógrafo Narciso Alonso Cortés que era ingenuo como un niño, bondadoso y amigo de todos, ignorante del valor del dinero y ajeno a la política.

En efecto, en su obra hay preocupaciones prerregeneracionistas que asoman de vez en cuando pese al tradicionalismo que se impuso a sí mismo para no desairar a su padre; por ejemplo, en su poema "Toledo" no se oculta al poeta la decadencia nacional tras un glorioso pasado.

Caracteriza al estilo de Zorrilla una gran plasticidad y musicalidad y un poderoso sentido del misterio y de la tradición; por esto último, aparte de su temática, abundan los arcaísmos tomados en su mayoría del teatro del Siglo de Oro que tanto ha leído: «aduerme», «a espacio», «afrontallo», «aquesta», «atambor», «desque», «desparece», «diz», «do», «doquier», «ha poco», «matalle», «mesma», «presa», «quienquier», «seor», «el arena», «la alma», «la puente», «una tigre», «una fantasma», «un hora»...[16]​ También emplea giros y juramentos antiguos.

Fueron muy célebres "Margarita la tornera", "A buen juez mejor testigo" y "El capitán Montoya".

A los treinta y cinco años publicó Granada (1852), brillante evocación del mundo musulmán.

En cuanto a Traidor, inconfeso y mártir (1849) se alcanza un máximo equilibrio, aunque el autor modifica la realidad histórica haciendo que "el pastelero de Madrigal" que fue ahorcado por haber intentado suplantar la personalidad del rey don Sebastián de Portugal, desaparecido en la batalla de Alcazarquivir, sea, en efecto, el mismo monarca.

Retratado por Federico Madrazo en 1862
Retrato de Zorrilla
Cortejo fúnebre a su paso por la calle de la Montera en Madrid ( La Ilustración Española y Americana , 30 de enero de 1893)
Capilla ardiente de Zorrilla en el salón de actos de la Real Academia Española ( La Ilustración Española y Americana , 30 de enero de 1893).
Monumento a José Zorrilla en Valladolid
Casa Museo del escritor
El molino de Guadalajara (1843).