Robert Campin, que trabajó en Tournai y los hermanos Van Eyck en Flandes, fueron las figuras de transición desde el gótico internacional a la llamada escuela flamenca.
[4] Sus primeros pasos artísticos se dieron en el mundo de la miniatura, en la época dominada por la tradición tardogótica francesa.
No se sabe exactamente si estas miniaturas las hizo Jan o su hermano Hubert, como ocurre con otras obras de esta época.
Esto ocurre con las Tres Marías ante el sepulcro del Museo Boymans van Beuningen, que se suele atribuir a Hubert por lo arcaico de la composición.
Una cuarteta de versos alejandrinos en latín, copia de la original que figuraba en este retablo, oculta bajo la pintura y descubierta por medio de rayos X, afirma que Hubert comenzó la obra y la culminó Jan: Hubert van Eyck maior quo nemo repertus (más grande que cualquier otro) comenzó el retablo, pero Jan van Eyck – llamándose a sí mismo arte secundus (segundo mejor en el arte) – lo acabó.
Hacia 1930, Emil Renders incluso sostuvo que «Hubert van Eyck» era una total ficción inventada por los humanistas de Gante en el siglo XVI.
Felipe no tuvo una capital fija y movía la corte entre diversos palacios, principalmente en las ciudades de Bruselas, Brujas o Lille.
Esto atestigua que durante los años 1426 y 1427, Van Eyck habría hecho, al menos, dos viajes lejanos.
La presencia en la embajada de Van Eyck y la razón para ello queda atestiguada en el citado documento:
Como pintor y ayuda de cámara del duque, Jan van Eyck estaba excepcionalmente bien pagado.
En esta época siguió haciendo viajes por encargo del duque, estando en Hesdin en 1431-1432 y en Lille en el año 1432.
Al período 1432-1439, viviendo ya en Brujas, pertenecen las pinturas datadas que se consideran indudablemente como de Jan van Eyck.
No se conserva prácticamente nada de los encargos que Van Eyck realizó para Felipe el Bueno.
Muchos retratos grabados del siglo XVII mencionan a Van Eyck como Inventor, lo cual puede ser una pista.
No se excluye que el duque haya encargado a Jan van Eyck obras decorativas de carácter heráldico.
Las dos figuras principales, la Virgen y el donante, están perfectamente equilibradas y dispuestas una frente a la otra; la ropa del canciller en adoración está decorado con preciosos bordados, mientras que el Niño tiene en la mano una cruz luminosa y la Virgen está vestida con un largo ropaje rojo sobre el que están recamadas en letras de oro los pasos del oficio matutino recitado durante la misa celebrada delante del canciller.
Las arcadas dejan asomar una vista de una ciudad fluvial reproducida en todos sus detalles: los edificios, las calles e incluso los minúsculos habitantes.
Sus modelos casi siempre están representados en busto; la cara, vistos tres cuartos, se vuelve hacia la izquierda, y los ojos fijan a menudo al espectador, lo que constituía en la época una innovación radical.
Aunque los hermanos van Eyck inauguran realmente el renacimiento nórdico, se han de tener en cuenta como antecedentes que les han influido los miniaturistas Gebroeders van Limburg, el escultor Claus Sluter, y, aún más directamente al pintor Melchior Broederlam.
da claras instrucciones para pintura basada en el óleo en su tratado Diversarum Artium schedula sive de diversis artibus (1125).
También se menciona como predecesor de los Van Eyck el poco conocido pero valioso pintor Melchior Broederlam.
Pero, aunque esta minuciosidad recuerde tanto a la iluminación, hay rasgos que hacen ver en él claramente anticipo del Renacimiento.
El tratamiento que Van Eyck da a la luz, merced a su dominio de la técnica al óleo, hace bastante correcta la siguiente opinión del crítico Stirling: «Van Eyck redescubre la verdad entrevista en la pintura helenística, pero luego olvidada, según la cual las sombras se encuentran incluso en las claridades, y la luz en todas partes, incluso en las sombras».
Tal afirmación es bastante cierta, viéndose corroborada en la representación de Adán y Eva, desnudos, en la parte superior del Políptico de Gante, retratados sin idealizaciones y sin demasiadas censuras: Van Eyck les ha pintado casi todos sus pelos.
Es de este modo que ha acercado lo religioso a la vida cotidiana en una humilde majestad y belleza.
Facio lo coloca entre los mejores artistas de principios del siglo XV, junto con Rogier van der Weyden, Gentile da Fabriano, y Pisanello.
Facio también documentó a Van Eyck como un hombre ilustrado, y que estaba versado en los clásicos, particularmente en los escritos de Plinio el Viejo sobre pintura.
Jan van Eyck posiblemente tuvo algún conocimiento de latín debido a sus muchas misiones en el extranjero por encargo del duque.
La asombrosa habilidad técnica de Van Eyck y la precisión en los detalles, reproducidos cuidadosamente, fueron muy admiradas por sus contemporáneos.
Entre sus directos herederos podemos mencionar a Gérard David , Hugo van der Goes y Konrad Witz, e incluso en Hans Memling, Martin Schongauer, o (aunque ya sea netamente renacentista) el Mabuse.