A diferencia del Gravensteen, el Prinsenhof disponía de grandes salas con mucha luz, un gran patio y varios jardines.
Felipe III de Borgoña, denominado el Bueno, que conocía bien esta residencia por haber vivido en ella durante su juventud, la hizo reconstruir por entero.
Como estos últimos estaban conectados con los canales, se podía llegar al castillo en barca, y así tomó su aspecto de isla palatina en medio de lago artificial.
Una nueva muralla se construyó alrededor del castillo a partir de 1499.
En la orilla se construyó un pequeño palacio para acoger el zoológico ducal, rápidamente denominada Patio de los leones (het Leeuwenhof).