Cuando no hay una causa genética o traumática identificada, se le llama epilepsia idiopática, y los genes desempeñan un papel de modulación del riesgo de que ocurra un episodio y también en la respuesta al tratamiento.
Estos estudios ya demuestran la correlación entre el diagnóstico y la reducción directa de la hospitalización.
Esto significa que la caracterización del tipo de crisis epiléptica no solo tiene implicaciones descriptivas en cuanto a cómo es la crisis, sino que es una entidad diagnóstica en sí misma, con implicaciones etiológicas, terapéuticas y pronósticas peculiares.
El estudio del electroencefalograma no siempre informa que haya indicios de epilepsia porque muchas veces algunos cambios eléctricos se producen en zonas tan profundas dentro del cerebro que el electroencefalograma no los puede detectar.
Existen también enfermedades epilépticas, que por razón de sus características, específicas y bien definidas, cursan con convulsiones repetitivas.
[27] El riesgo de desarrollar epilpesia es mayor cuanto más tiempo pase la enfermedad celíaca o la sensibilidad al gluten sin reconocer y sin tratar, puesto que se relaciona con el tiempo de exposición al gluten.
Los síntomas que experimenta una persona durante una crisis epiléptica dependen del lugar en el cerebro en el cual ocurre la alteración de la actividad eléctrica.
Los efectos secundarios pueden ser agudos (reacción alérgica cutánea) o crónicos (vértigo, letargo, náuseas, alteraciones del comportamiento...).
Así el médico puede escoger el tipo de fármaco y la dosis más adecuada que evite al máximo posible los efectos secundarios.
Ante un primer ataque epiléptico se debe considerar el inicio del tratamiento con AED si: Para optimizar la adherencia al tratamiento se debe: El control analítico de rutina no está recomendado, salvo indicación clínica.
En aquellos pacientes en los que la epilepsia aparece asociada a una enfermedad celíaca o a una sensibilidad al gluten no celíaca, la dieta sin gluten estricta y mantenida puede permitir el control de la epilepsia, con una mejora en la frecuencia e intensidad de las convulsiones.
A esta fase se llega en los casos de difícil diagnóstico, o en los que no hay una lesión visible en las imágenes.
Es por esto que se necesitan todos estos estudios, antes de decidirse por un tratamiento quirúrgico.
La estimulación del nervio vago es una alternativa en aquellos pacientes en los que no hay control completo de los ataques y donde la cirugía está contraindicada.
Sin embargo, es importante subrayar que un embarazo con una epilepsia descontrolada es mucho peor para la madre y el feto.
Las crisis epilépticas no conducen inevitablemente a una reducción de determinadas funciones cerebrales (por ej., la inteligencia), aunque sea un prejuicio muy extendido.
Estas prohibiciones no suelen afectar a aquellos pacientes que puedan controlar sus crisis.
[42] Apenas ninguna otra enfermedad permite remontarse tanto en la historia de la medicina como la epilepsia; existen numerosas referencias desde los primeros tiempos de la historia que constatan que esta enfermedad ha existido desde los orígenes del hombre.
En el Evangelio de Marcos (9, 17-18) se incluye una descripción de la época que ilustra a la perfección una crisis epiléptica sufrida desde la infancia, donde dice que al no poder echar al espíritu causante de la crisis, sus discípulos se lo llevaron a Jesús, el cual pudo hacerlo y el poseído quedó como muerto para luego hacerlo levantar.
En el mismo capítulo se menciona otra persona que expulsaba espíritus en su nombre:[44] Pero no tardó en cuestionarse el origen preternatural de la epilepsia.
En el siglo V a. C., Hipócrates observó en soldados y gladiadores que las heridas por traumatismo craneoencefálico se asociaban con cierta frecuencia a ataques epilépticos, desconcertantemente similares a los que observaba en sus propios pacientes; y el mismísimo Julio César sufría esta afección.
Aunque la epilepsia había comenzado probablemente durante sus años académicos como estudiante de ingeniería militar en San Petersburgo (1838-1843), según los testimonios aportados por un compañero con quien compartía habitación (Grigorovich), el diagnóstico tardaría otra década en llegar.
En 1863 viajó al extranjero con intención de consultar a los especialistas Romberg en Berlín y Trousseau en París.
La epilepsia de Dostoyevski ha generado un debate diagnóstico retrospectivo atrayendo la atención e inspirando a neurólogos, epileptólogos y psiquiatras como Freud (1928) Alajouanine (1963) o Gastaut (1978).
Los bromuros fueron el primer fármaco antiepiléptico en introducirse hacia mediados del siglo XIX, con efectos secundarios que superaban muchas veces su posible beneficio.
De esta manera, se presume que el impacto de la literatura que describe esta dolencia, como otras, ayuda en la formación del personal sanitario en cuanto al trato con los pacientes, contribuyendo a la buena práctica médica y a la ética, en definitiva diversificando la formación sanitaria.
Fue llevado al hospital, pero resultó demasiado tarde, pues Cameron ya había fallecido.
Tras la crisis epiléptica puede ayudar a la persona para que voluntariamente se mueva unos metros hasta un lugar más seguro y tranquilo donde recuperarse.
El oxígeno que hay en el cuerpo va a los órganos vitales; por ese motivo los labios y orejas pueden presentar cianosis.
Se descubrió que el cambio rápido entre los colores rojo y azul en una escena había provocado las convulsiones.