[11] Posteriormente, los caballos recibieron fogosos nombres: Flegonte (‘ardiente’), Aetón (‘resplandeciente’), Pirois (‘ígneo’) y Éoo (‘amanecer’).
En la historia narrada en la mansión de Alcínoo en la Odisea,[12] Afrodita, la esposa de Hefesto, se acostaba en secreto con Ares, pero Helios, el señor del sol que todo lo ve, los espió y se lo dijo a Hefesto, quien para castigarlos atrapó a los dos amantes en unas redes tan finas que resultaban invisibles.
Allí se guardaba el sagrado ganado rojo del sol: Aunque Odiseo advirtió a sus hombres para que no lo hicieran, estos mataron y comieron impíamente algunas cabezas del ganado.
En una vasija griega pintada, Helios aparece cruzando el mar en la copa del trípode délfico, lo que parece ser una referencia solar.
En los Deipnosofistas, Ateneo contaba que, al ponerse el sol, Helios subía a una gran copa dorada en la que pasaba desde las Hespérides en el extremo occidental hasta la tierra de los etíopes, con quienes permanecía las horas de oscuridad.
[14] Con la oceánide Perseis, Helios fue el padre de Perses, Eetes, Circe y Pasífae.
Helios es identificado a veces con Apolo: «Nombres diferentes pueden aludir al mismo ser» observa Walter Burkert, «o bien pueden ser conscientemente igualados, como en el caso de Apolo y Helios.»[15] En la obra de Homero, Apolo es identificado claramente como un dios diferente, relacionado con las plagas, con un arco plateado (no dorado) y sin características solares.
La primera referencia segura a Apolo identificado con Helios aparece en los fragmentos conservados de la obra de Eurípides Faetón, en un discurso cerca del final,[16] cuando Clímene, la madre de Faetón, lamenta que Helios haya destruido a su hijo, el Helios al que los hombres llaman justamente Apolo (entendiéndose aquí que el nombre significa Apolón, ‘destructor’).
Para la época helenística Apolo había pasado a estar estrechamente relacionado con el sol en los cultos.
Su epíteto Febo (‘brillante’), sería más tarde aplicado también por los poetas latinos al dios Sol.
Eratóstenes escribe sobre Orfeo en sus Catasterismos: Los poetas latinos clásicos también usaron Febo como sobrenombre para el dios-sol, de donde proceden las referencias comunes en la poesía europea posterior a Febo y su carro como metáfora para el sol.
Los poetas romanos se referían a veces al dios sol como «Titán».
[19] L. R. Farnell asumió «que el culto solar había sido una vez prevalente y poderoso entre los pueblos de la cultura prehelénica, pero que muy pocas de las comunidades del periodo histórico posterior lo conservaron como un factor potente de la religión estatal.»[20] Nuestras fuentes literarias, principalmente áticas, tienden a darnos un inevitable sesgo ateniense cuando se examina la antigua religión griega, y «no podía esperarse que ningún ateniense adorase a Helios o Selene,» observa J. Burnet, «pero podríamos pensar que eran dioses, dado que Helios era el gran dios de Rodas y Selene era adorada en Elis y otras partes».
[23] Todas las evidencias demuestran que Helios y Selene fueron dioses menores para los griegos.
[35] A veces se citan otras consortes alternativas para esta prole, como Éfira,[36] Antíope[37] o la epónima Creta.
Ésta le dio a Helio a aquéllos conocidos como los Helíadas: «los siete hijos eran Óquimo, Cércafo, Macar, Actis, Ténages, Tríopas y Cándalo, y había una sola hija, Electrione, que dejó la vida cuando todavía era una muchacha y obtuvo de los rodios los honores que se conceden a los héroes».
[55] También una versión tardía imagina a las Horas como hijas (aunque existe una laguna en el texto) de Helios y Selene.