Toro (mitología)

Tanto el nómada como el sedentario conviven de cerca con este animal, que se agrupa a su lado y del cual el hombre, muchas veces, depende para su supervivencia.

Desde los tiempos más remotos, el toro fue lunar en Mesopotamia, representando sus cuernos la luna creciente, aunque no puede recrearse un contexto específico para los cráneos de toro con cuernos (bucrania) conservados en un santuario del VIII milenio a. C. en Çatalhöyük (Anatolia oriental).

Una larga serie de toros, ritualmente perfectos, fueron identificados por los sacerdotes del dios, hospedados en el templo toda su vida, embalsamados y enterrados en grandes sarcófagos.

Numerosos sarcófagos monolíticos se guardaron en el Serapeum de Saqqara, que fue descubierto por Auguste Mariette en 1851.

En el Antiguo Egipto, Ka era tanto un concepto religioso de la fuerza vital, como la palabra que designaba al toro.

La mayoría de ellos incluyen un toro o un buey echado en el pesebre, cerca del recién nacido Jesús.

Las canciones navideñas tradicionales cuentan a menudo que el buey y el burro calentaban al infante con su aliento.