Se le considera el primer arqueólogo moderno, y fue nombrado caballero en 1935 por sus contribuciones a la disciplina.Posteriormente pasó a Egipto para dirigir la excavación de Amarna, la ciudad sagrada del faraón Akhenatón.Entre 1922 y 1934 dirigió las excavaciones en la antigua ciudad sumeria de Ur, en los que colaboró su esposa, la arqueóloga Katharine Woolley, patrocinados por el Museo Británico y la Universidad de Pensilvania cuyos descubrimientos, entre los que destaca el cementerio real datado hacia el 2700 a. C. constituyen uno de los hitos más relevantes de la arqueología del siglo XX.Por otro lado la minuciosidad con que se llevó a cabo el alumbramiento de los restos y su posterior estudio permitió a los historiadores reconstruir la sociedad cortesana sumeria desde sus inicios protohistóricos en el IV milenio a. C. hasta su época final de habitación, en el siglo IV a. C. El riquísimo ajuar funerario encontrado en los enterramientos reales, entre cuyas piezas destaca el estandarte real de Ur, reveló la existencia de un arte suntuario de gran exquisitez y elaboración técnica, así como la práctica del enterramiento sacrificial del rey con su cohorte de servidores.[1] Woolley escribió más de 25 libros, entre los que destacan: