Las inscripciones demuestran que al taurobolio le solía acompañar un criobolium (sacrificio de un carnero), pero nos dejan a oscuras sobre el significado de la fórmula uires excepit… et transtulit («tomó sus fuerzas y las transportó») frecuente en ellas.Por uires probablemente deben entenderse los testículos del animal, no la sangre o el bucranion, simbolizando la emasculación ritual del iniciando, que se cumplía de hecho en el caso de los gallos.[4] Según Prudencio el iniciando penetraba, desnudo de cintura para arriba, en una fosa que se cubría a continuación con una plancha con orificios.Por el testimonio de la epigrafía sabemos que junto a los taurobolia individuales había otros que se hacían en beneficio ajeno (pro salute, pro salute et reditu, pro salute et incolumitate) de una persona (el emperador, un gobernante, un deudo) o de una corporación, como ocurría con los sacrificios.Así lo denunció Gregorio de Nacianzo en un discurso escrito tras la muerte del emperador Juliano, que había intentado restablecer el culto tradicional romano: «El primero de sus crímenes... consiste en limpiarse por medio de una sangre impura en un baño que él había recibido, oponiendo esta iniciación deshonrosa a nuestra iniciación, como un puerco que se revuelca en su barro».
Relieve romano de la cara principal del altar de un taurobolio que se conserva en el
Museo Arqueológico Nacional de Atenas
y que fue realizado en Atenas probablemente durante el reinado del emperador
Juliano
(360-363). En el centro aparecen sentadas
Perséfone
(izquierda), que lleva un bastón en el que se enrolla una serpiente que representa los
misterios de Eleusis
, y
Cibeles
(derecha), que lleva espigas y un tambor. A cada lado de las dos diosas, dos hombres sostienen dos antorchas, una con la llama hacia arriba y otra con la llama hacia abajo, como en las representaciones de los misterios de
Mitra
. Este altar es atípico porque los altares clásicos representaban solamente al animal sacrificado con los instrumentos del sacrificio.
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