Plaga de topillos en Castilla y León de 2007
Esta especie euroasiática únicamente había penetrado en la península ibérica hasta la Cordillera Cantábrica, donde se diferenció y llegó a ser una subespecie que recibe el nombre de Microtus arvalis asturianus.En años normales, su población no llegaba a superar los 100 millones, pero en el verano de 2007, se estima que alcanzaron por lo menos los 700.Todo esto propició una explosión demográfica en los topillos, un animal que se caracteriza por reproducirse muy rápido y alcanzar una madurez sexual en poco tiempo.Suele refugiarse en galerías que excava en terrenos blandos, a veces con las bocas bajo tocones o piedras.No deja montones de escombros, como otros pequeños excavadores; en cambio, son muy característicos las pistas o surcos, ya que sus movimientos en el exterior suelen seguir siempre idéntico recorrido.Al sur del Sistema Central español los topillos campesinos son escasos, quizá debido a la eficaz competencia de otros múridos, como Microtus cabrerae.Durante la plaga desatada en Castilla y León se han llegado a registrar hasta 1500 roedores por hectárea en las zonas más afectadas.Concentración alta Concentración media Concentración baja Desde el punto de vista ecológico, las explosiones demográficas de topillos tienen efectos perjudiciales, pero también algunas consecuencias beneficiosas; por ejemplo, al ser animales excavadores, sus madrigueras generan ciertos beneficios para la tierra, incrementando su fertilidad, al aumentar la materia orgánica subterránea (como la vegetación enterrada, las heces o sus propios cadáveres en descomposición); asimismo, aumentan la aireación del terreno y lo hacen más esponjoso; por último, favorecen los procesos edafológicos al remover el suelo en sus excavaciones y facilitar la filtración de agua.[12] En resumen, si crece el número de animales que necesitan alimentarse de carne, tarde o temprano centrarán sus objetivos en otros animales, a veces especies amenazadas, vulnerables o de singular interés para el ser humano: Centrándonos en este último aspecto, para los humanos, estas explosiones demográficas son funestas plagas y sus inicuas consecuencias son múltiples y se ramifican hacia los campos más insospechados: la economía, el ocio, la salud, la sociedad..., causando incluso alarma social por lo que no es extraño que el tema alcance tintes políticos, utilizándose, entre los diversos grupos ideológicos, como arma arrojadiza.En las remolachas suelen comer el tubérculo y, aunque no consuman toda la planta, provocan su rápida putrefacción.Al ser roedores menos agresivos y más torpes que los ratones domésticos o las ratas, confieren una falsa sensación de inocuidad, por lo que enseguida se ha puesto de moda perseguirlos, capturarlos o matarlos como una diversión más.El peligro es, sin embargo, considerable, no solo por la posibilidad de infectarse con una serie de enfermedades graves (ya citadas), sino porque los más pequeños (bebés, incluso) acceden a cadáveres, más o menos putrefactos, que han quedado en el césped o en el arenero del parque al que suelen acudir a jugar, donde, además, pueden sobrevivir sus pulgas, garrapatas y otros ácaros por mucho tiempo.Eso por no hablar de las piscinas o los depósitos para el riego en los que estos animales se ahogan por decenas cada noche.[16] Desafortunadamente, pocos se habían preocupado de este asunto antes por considerarlo una simple molestia, a lo sumo un problema ajeno del que debían ocuparse los agricultores.[28] Por lo visto, la especie pudo bajar por algunos valles fluviales del norte en los que los alfalfares eran abundantes, aunque la información no es suficiente.Desde entonces, en el valle del Duero se producen explosiones demográficas de topillos campesinos, cada tres o cuatro años, en tal cantidad que llegan a constituir una plaga especialmente nociva para la economía agrícola.Este autor sostiene, incluso, que es posible adelantar las previsiones en función de las lluvias otoñales: las precipitaciones más intensas son desfavorables para la reproducción.Una vez colonizada la cuenca duriense, los alfalfares, sus lugares predilectos, actuarían como resguardos desde los que, en determinadas condiciones favorables, se podría desatar la plaga.[49] Sin embargo, en España no hay suficientes estudios actualizados en profundidad sobre el tema y es necesario recurrir a publicaciones de hace unos años, o extrapolar las experiencias del extranjero.Por el contrario, el material encontrado en internet, o en los medios de comunicación, es tan abundante como sesgado e inutilizable (salvo excepciones).Permitir o favorecer el pastoreo de los rastrojos es doblemente eficaz (el ganado aplasta muchas madrigueras y limpia el terreno).[52] Una vez comenzada la plaga es necesario potenciar cualquier medida que sirva para reducir sus efectos, favoreciendo a los depredadores naturales.Algunas organizaciones agrarias, en concreto, ASAJA, COAG, UCCL y UPA,[55] apoyadas por el consejo del ingeniero Fernando Franco Jubete (también de la Escuela de Ingenierías Técnicas Agrarias),[56] consideran que la quema puntual es ineficaz y que esta debería ser generalizada para tener algún éxito, así se obligaría a los roedores a refugiarse en los llamados cortafuegos donde se les aplicarían medidas químicas.Por otra parte, los topillos abandonan las fincas quemadas y se trasladan, sin problema, a otras, con lo que puede propiciarse la colonización de zonas menos afectadas.El empleo de venenos debe ser una medida tomada con mucha cautela, pues, si no se manipulan adecuadamente, pueden causar más daños que beneficios.En cambio, utilizarlos cuando la plaga ya está completamente extendida puede tener efectos muy locales, pero no solucionan el problema globalmente.La Junta de Castilla y León ha determinado conceder permiso e, incluso, distribuir la Clorofacinona,[57] un derivado del difenilindano en diversas presentaciones (esencialmente, líquido oleomiscible, pasta, cereal granulado, bloques aromatizados, etc.).Desgraciadamente el veneno no se preparó adecuadamente afectando masivamente a palomas, lagomorfos, aláudidas, jabalíes y aves cinegéticas o protegidas.El ya citado Doctor ingeniero agrónomo, Fernando Franco Jubete se opuso también a esta decisión supuestamente tomada por las autoridades: «Nunca debió aprobarse el tratamiento con clorofacinona, una barbaridad ecológica que no resolvió nada (...) un producto químico de amplio espectro no puede tirarse de forma generalizada porque provoca un desastre ecológico».Lo que comúnmente se denominan «perdidos», «baldíos», o «terrenos improductivos» son considerados por los campesinos los reservorios de los topillos.