Hablar de literatura caribeña abre un conflicto por la complejidad cultural que representa la región del Caribe, que incluye las islas Antillas y algunas regiones continentales de México, Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam, y Guyana francesa.[3] En el Caribe hispano, vale la pena mencionar el caso de la literatura wayuu del Caribe colombiano y venezolano, donde algunos poetas que generalmente escriben sus obras en español utilizan la alternancia de esta lengua y la wayuu como recurso poético que expresa visiones del mundo distintas.[5] En la primera mitad del siglo XX la posibilidad de escribir en diferentes lenguas habladas en la región fue explorada por diversos autores.[9] Por otro lado, también se ha dicho que el Caribe como unidad es sólo un imaginario y una elaboración ideológica de algunos grupos.[10] Incluso, varios críticos, ensayistas y escritores, como Jorge Mañach, José Antonio Portuondo, Jacques Stephen Alexis, entre otros, se cuestionaron sobre si existía una literatura del Caribe o simplemente una literatura escrita en el Caribe.[12] Marc Zimmerman arguye que una teoría de la literatura del Caribe se fundamentaría en la creolización y la totalidad, las cuales permitirían establecer grados de énfasis caribeños y extracaribeños que ayuden a comprender hasta dónde puede haber o no adherencia a patrones definitorios de dicha literatura y hasta dónde existe, por el contrario, adherencia a patrones internacionales o nacionales que no están en conformidad con la concepción caribeña totalizante.[16] Las características más destacadas por los investigadores en la literatura del Caribe hispánico, anglófono y francófono son, según sintetiza Gabriel Ferrer:[17] Estas temáticas -en su doble vertiente, estética e ideológica- mantienen, según afirma Ferrer, su vigencia desde la colonia hasta la modernidad en tanto no han desaparecido las condiciones económico-sociales que la originan.[18] Históricamente el mar Caribe fue ruta obligada hacia las diferentes partes del Nuevo Mundo, particularmente las islas poseídas por la Corona española, pues constituía uno de los grandes puntos de distribución hacia el resto del territorio español en la América colonial.[24] Existen asimismo textos poéticos que narran las conquistas de las islas del Caribe.República Dominicana tuvo un periodo de inestabilidad muy fuerte debido a la disputa entre España y Francia (que ya había obtenido en la misma isla lo que ahora es Haití en 1795) por el control territorial, de modo que España se vio obligada a dejar la isla, reuniendo a sus simpatizantes es sus dos islas restantes: Cuba y Puerto Rico.[33] Durante este periodo, numerosos escritores se vieron obligados a salir al exilio y publicar sus trabajos fuera del Caribe.Tal es el caso de José Martí, quien nunca publicó un libro en Cuba durante su vida, pero que, sin embargo, es uno de los escritores más reconocidos no sólo en Caribe, sino en toda América Latina.Los textos mencionados de Romero y Manzano fueron escritos para ser incluidos en una colección entregada a Richard Madden, un oficial británico que preparaba entonces un tratado contra la esclavitud.Este género fue cultivado por notables escritores, tomando y mezclando algunas veces formas como la de leyenda o cuento.[36] Por otro lado, surgió en la poesía una corriente que se extendió a la novela: el siboneísmo, cuyo gran exponente fue José Fornaris.A esta guerra le sucedieron otros conflictos que finalmente desembocaron en la intervención de Estados Unidos.Así se generaron novelas como Mi tío el empleado (1887), de Ramón Meza.[36] Por otro lado, muchas de la novelas escritas entre 1885 y 1930 en Puerto Rico, tuvieron al menos un tinte naturalista, como La Pecadora.[41] La creación de novelas naturalistas se extendió tanto -particularmente en Puerto Rico- hacia el siglo XX que se habla de un desfase en la entrada del modernismo en el Caribe, con respecto a América Latina.En ese mismo año, la parte española de la isla declaró su independencia; sin embargo, al año siguiente las fuerzas haitianas la invadieron y la ocuparon hasta 1844, año en que se declaró la segunda independencia, de modo que durante esos veinte años continuaron las olas migratorias hacia Cuba y Puerto Rico, principalmente, y tanto la Universidad como el mencionado periódico cesaron su producción intelectual.Así pues, la producción intelectual se vio mermada por la inconsistencia política y el exilio permanente que vivió la isla.[43] Al igual que en el resto del mundo hispanohablante, la novela costumbrista tomó relevancia.Así, por ejemplo, tenemos versos como los de José María Monge que incluyen un estilo neoclásico horaciano, pero también romántico o parnasiano con un toque de elementos nativos, como la flora y fauna, pero también elementos que remiten a un desarrollo positivista y cientificista.[49] También se trató en la poesía, con un corte romántico, aunque no con mucha amplitud, el tema de la negritud, por ejemplo, en los textos del cubano Bartolomé José Crespo.Sin embargo, el tema predilecto en la literatura pareció girar más en torno a la relación con España como colonias.[50] Algunas de las evocaciones bucólicas relacionadas al costumbrismo y, sobre todo, al indigenismo en Cuba y que tuvieron mayor auge a principios del siglo, están representadas bajo la corriente del siboneísmo, con poetas como José Fornaris, gran precursor de esta corriente, José Joaquín Lauces, Ignacio Valdés Machuca o José Jacinto Milanés, por mencionar algunos.Entre los poetas del grupo laúd se encuentran Juan Clemente Zenea, Miguel Teurbe Tolón, José Agustín Quintero, Pedro Santacilia, entre otros.[51] Hacia finales del siglo surgió una nueva forma de expresión poética, cuya relevancia rebasaría cualquier otra moda imperante de la época en Europa o en el resto de América: el modernismo, cuyo desarrollo en las Antillas, especialmente en Cuba y poco más tarde en Puerto Rico y República Dominicana, se prolongó fuertemente hasta entrado el siglo XX.[52] Entre las epopeyas en la literatura contemporánea del Caribe se encuentran Omeros (1990) de Derek Walcott (St.