El tratamiento que dio a sus personajes femeninos la convirtió en una de las precursoras del feminismo moderno.
Entre su vasta obra, destaca su novela histórica Guatimozin, último emperador de Méjico (1846) y sus piezas teatrales Saúl (1849) y Baltasar (1858), considerada esta última como una de las obras maestras del teatro romántico.
[6] Gómez de Avellaneda, no mantuvo una buena relación con su padrastro, al que consideraba muy estricto.
Al año siguiente publicó con gran éxito en Madrid su primera colección de versos titulada Poesías, que contenía el soneto «Al partir» y un poema en versos de arte menor dedicado, como indica su título, «A la poesía».
El triunfo fue apoteósico y la fama de la escritora sube a niveles insospechados.
Pero Gómez de Avellaneda se rinde a ese hombre y poco después casi la destroza.
En 1847, se encuentra embarazada y soltera en el Madrid de mediados del siglo XIX.
[13] En abril de ese año tiene a su hija María, o Brenhilde, como ella prefiere llamarle.
Pero la niña nace muy enferma y no le dan esperanzas de que vaya a sobreponerse.
Era un hombre con aficiones literarias, adinerado y algo más joven que ella.
[15][16][10]Tras morir su primer esposo compuso dos elegías que se cuentan entre lo más destacado de su obra poética.
[18] Aunque fue admitida en el Ateneo de Madrid y en el Liceo Artístico y Literario, sus aspiraciones a Académica de la lengua se vieron frustradas; sobre ello escribiría años más tarde Emilia Pardo Bazán unas cartas publicadas en La España Moderna.
En 1864 regresó a la Península, tras pasar por Nueva York, Londres, París y Sevilla.
Esta temática procuraba dar respuesta a uno de los temas constantes de su trayectoria literaria: el vacío espiritual, y el anhelo insatisfecho, ya expresado en un poema anterior a su boda con Pedro Sabater:
En este sentido destacan los poemas «Dedicación de la lira de Dios», «Soledad del alma» o «La cruz», cuya métrica incluye un acertado cambio del endecasílabo al eneasílabo.
En sus restantes obras narrativas, si bien carecen del vigor de las tres primeras, sigue presente la decidida crítica a la sociedad convencional.
[41] En cuanto al teatro, su obra ocupa un lugar importante en la escena española del periodo 1845-1855, cuando el drama romántico había decaído y aún no había surgido la alta comedia.
Se la ha considerado la poeta romántica por excelencia; la heroína trágica que, siendo aclamada en público, fue terriblemente infeliz en su vida privada.
[48] Avellaneda traspasó para siempre las fronteras que confinaban la mujer a una escritura exclusivamente privada y familia y transgredió los límites impuestos por la cultura oficial patriarcal a la actividad de la mujer, también en calidad de literata.