No obstante, abandonó sus estudios de leyes para dedicarse a la literatura.
Estuvo en Madrid, donde trabó amistad con Salvador Rueda y con Francisco Asís de Icaza, y finalmente regresó a Cuba en 1889 sin haber llegado a visitar la capital de Francia.
Abandonado su puesto en Hacienda, trabajó como corrector y luego como periodista.
En 1891 había llegado Rubén Darío a La Habana, con quien Casal entabló amistad.
También corrigió parcialmente las pruebas de su libro Bustos y rimas.