Carlos de Viana

[1]​ Por su parte José María Lacarra ha afirmado lo siguiente: «Sin ser un santo, era Carlos un hombre deseoso de paz, tímido y sentimental, impresionable, fácil de convencer por los que le rodeaban, pero con una fe absoluta en la justicia de su causa y en la razón que le asistía al defender sus derechos.

Su educación fue muy completa, alternando los ejercicios como el remo, la caza o la monta con los estudios literarios y la administración de los asuntos del reino.

Esta es la descripción que hace José María Lacarra de su educación:[4]​

Según los capítulos matrimoniales del enlace entre don Juan y doña Blanca celebrado en 1420 los derechos a la Corona navarra pasarían a la muerte de doña Blanca al hijo que tuvieran ambos y que si ella fallecía antes que su esposo sin sucesión, don Juan debería abandonar Navarra, pues «como extranjero» no esperaba «la subcesión e herencia del dicho reyno de Navarra» más que en virtud de los derechos de su mujer.

[9]​ El pleito sucesorio se enmarañó a causa de la rivalidad entre beaumonteses y agramonteses.

Así, en julio, el rey castellano concentró un ejército en la frontera con el Navarra, mientras Carlos de Viana y los principales cabecillas beaumonteses, con Juan y Luis de Beaumont al frente, se refugiaban en San Sebastián, fuera del reino.

Aunque hubo algunos choques militares entre ambos bandos, el conflicto se resolvió momentáneamente con la reconciliación entre padre e hijo en mayo de 1451.

[14]​ Sin embargo, una vez recuperada la libertad, Carlos de Viana incumplió lo acordado y volvió a aliarse con los beaumonteses para intentar hacerse con la corona.

Pero el impacto de esta proclamación fue muy reducido porque los castellanos no la apoyaron.

El nuevo rey Enrique IV se atuvo a lo establecido en la Concordia de Valladolid y mantuvo la paz con don Juan.

También consiguió que don Juan paralizara el proceso que había iniciado contra su hijo, todo ello a la espera del fallo arbitral del Magnánimo, pero este nunca llegó a producirse, pues don Alfonso falleció en junio de 1458.

En ella Carlos de Viana se comprometía a devolver a su padre la parte de Navarra que seguía en manos de sus partidarios, y a cambio conseguía el perdón personal y recobrar el principado de Viana, aunque se le prohibía residir en Navarra ―y en Sicilia― y no se le reconocía la «primogenitura» aragonesa ―«que [en la Corona de Aragón] era un cargo público y no un derecho natural derivado del primer nacimiento, aunque uno y otro solían ir vinculados»―[23]​.

[24]​ En cuanto a por qué Juan II de Aragón no quiso reconocer al príncipe de Viana como su «primogénito», se ha dicho que es porque prefería al infante Fernando, primer hijo varón nacido de su segundo matrimonio con Juana Enríquez y que estaría influido por esta.

Jaume Vicens Vives rechaza esta razón alegando que no existe ninguna prueba documental de ello y lo achaca a un problema político más que a un tema familiar.

Reconocerlo como primogénito suponía otorgarle «plenas funciones de gobierno a una persona cuya discrepancia mental con el soberano ―por las razones espirituales y políticas que sean― era tan evidente como para hacer imposible toda tarea mancomunada».

[28]​ Los contactos con los emisarios del rey castellano y lo que se decía en el entorno de Carlos de Viana llegaron a conocimiento del rey Juan II.

[32]​ En ese acuerdo, Carlos de Viana logró introducir un capítulo referente a Navarra, según el cual los castillos de este reino pasarían a estar gobernados por nobles catalanes, aragoneses y valencianos, una pretensión que era imposible de cumplir, pues la guerra civil navarra continuaba.

Pero esta acusación, según José María Lacarra, «carece de fundamento».

Y en cuanto a su padre, «está también libre de toda sospecha».

«La realidad —concluye Lacarra— es que la salud del príncipe, siempre precaria, se había resentido durante su estancia en Italia; de Mallorca salió porque los aires no le convenían; las prisiones y las emociones de los últimos meses fueron debilitando su cuerpo... Su muerte hay que atribuirla a un proceso avanzado de tuberculosis, según reveló la autopsia».

Lucio Marineo Sículo dice de él que «no le faltaba nada para ser un Príncipe perfecto».

Su escudo de armas personal representaba a dos sabuesos o lebreles que reñían entre sí por un hueso, una alusión a la disputa que los reyes de Francia y Castilla mantenían por el control del reino de Navarra, junto al lema «Utrimque roditur», «Por todas partes me roen».

Aunque la figura de Carlos no ha sido a la que más relevancia histórica se le ha dado, tal y como queda patente en la cita, su huella artística sí que ha quedado plasmada en lienzos, como el del artista José Moreno Carbonero del 1881, en el que es retratado en su biblioteca privada.

Este retrato muestra la figura de un príncipe humanista apasionado por la cultura y el arte, en el que podrían destacar la música, la pintura, la poesía y en general la literatura.

Su biblioteca también contenía obras tanto clásicas como medievales, en latín y en lengua vulgar.

En el palacio de Olite se educó el príncipe Carlos de Viana.
Juan II de Aragón mantuvo toda su vida pretensiones contra su hijo de retener la Corona navarra.
La prisión del Príncipe de Viana (1888) de Tomás Muñoz Lucena ( Museo de Bellas Artes de Córdoba )
Entrada del Príncipe de Viana en Barcelona (1885) de Ramón Tusquets .
Muerte del príncipe de Viana (1887) de Vicente Poveda y Juan .
Escudo de Carlos de Viana, terciado en pal (a la manera aragonesa), con las armas heredadas de su padre: 1.º Partido dimidiado de Aragón; 2.º Cuartelado de Navarra y Évreux: 3.º Partido dimidiado del cuartelado en aspa de Aragón, Castilla y León. [ 40 ]
Juan Alfonso de Navarra, hijo ilegítimo de Carlos de Viana, fue abad del monasterio de San Juan de la Peña .
El príncipe don Carlos de Viana , por José Moreno Carbonero (1881), Museo del Prado .